El proyecto más grande de restauración de manglares en los Estados Unidos duplicará su tamaño

El proyecto más ambicioso de restauración de manglares de los Estados Unidos tiene lugar en Puerto Rico y se encamina a duplicar su tamañ...
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El proyecto más ambicioso de restauración de manglares de los Estados Unidos tiene lugar en Puerto Rico y se encamina a duplicar su tamaño. Se trata de una apuesta para paliar los efectos del cambio climático.  

Ubicado en la bahía de Jobos y el área natural adyacente Bosque Estatal de Aguirre, este proyecto de The Ocean Foundation (TOF), que en un principio contempló la restauración de 695 acres (unas 2.8 kilómetros cuadrados), ahora planea incrementar su tamaño a alrededor de mil 400 (5.6 kilómetros). 

La iniciativa surgió en el 2019, después de que los huracanes Irma y María, azotasen en 2017 la isla de Puerto Rico,  territorio no incorporado de los Estados Unidos. 

Este tipo de fenómenos, que han aumentado en frecuencia y dureza debido al cambio climático, dieron paso al nacimiento del proyecto. 

La restauración intenta mitigar los efectos del cambio climático, ya que contribuye a almacenar carbono, explicó Ben Scheelk, oficial de programas en The Ocean Foundation. 

Se ha demostrado que los manglares toman el CO2 de la atmósfera, un gas que contribuye al cambio climático. Además, crean sumideros de carbono y logran almacenar cinco veces más debajo del agua que en la superficie. 

Este carbono queda encapsulado por años, “a veces siglos o incluso milenios” en los suelos y este proyecto busca evitar que la erosión o el declive de los manglares libere el carbono de los sedimentos. 

Por otro lado, desde la perspectiva de la adaptación, la restauración de estas zonas de manglar ofrecen protección a futuras tormentas. 

“Protección ante huracanes, hacen lo que es llamado “atenuar las olas”, así que reducen la energía de las olas”, explicó Scheelk. 

A diferencia de las infraestructuras humanas para protegerse de las olas, los ecosistemas pueden ser restaurados y a menor costo.  

“Entonces absolutamente esto (el proyecto) no es solo una manera de atender el cambio climático correctamente a través de sacar CO2 de la atmósfera, y también mantener carbono orgánico en el suelo. Pero también a través de proveer estas barreras de protección a las tormentas, que protegen comunidades, proveen hábitats de peces, ecoturismo y también hacen circular nutrientes. Así que si tienes muchos nutrientes entrando al agua, la tierra mojada puede absorber algo de eso y usarlo, sin dañar la calidad del agua“, explicó Scheelk. 

La suma de nuevas áreas de restauración, que comprende las secciones originales dentro de la Bahía de Jobos, implica la incorporación de nuevos sitios en el Bosque Estatal de Aguirre, lo que conformará una suerte de área interconectada.

Los inicios de los trabajos en la bahía de Jobos se hicieron oficiales con la aprobación del proyecto del Centro de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos en 2019; y ha contado con el apoyo de las autoridades del gobierno de Puerto Rico.

La iniciativa ha dado lugar a la participación de al menos 40 trabajadores en promedio de parte de distintos sectores que laboran de forma permanente. 

Vista panorámica de Jobos Bay. Foto: The Ocean Foundation. 

Muchos de los trabajos que actualmente se realizan incluyen abrir canales de agua y liberar algunos que habían quedado obstruidos. 

Se permite que el agua fluya y se crean sitios de dispersión, donde las plantas de mangle crecen y producen propágulos (planta pequeña que cuando madura cae al agua y es llevada lejos); estos sitios están topográficamente en lugares más altos que el resto del área circundante, para evitar inundaciones, detalló Scheelk. 

También se ha montado un vivero con capacidad para producir 7 mil plantas de manglar al año, que pasarán a ser sembradas en dichos centros. Todo en un plan que permita al ecosistema recuperarse. 

Vivero de plantas de manglar. Foto: The Ocean Foundation. 

Mercado de carbono

Una posibilidad del proyecto es que sirva para que el gobierno de Puerto Rico pueda entrar al mercado voluntario de carbono. 

Se trata de un esquema en el que se pueden adquirir créditos de carbono para financiar proyectos sostenibles y en el que empresas o usuarios puedan compensar la huella de carbono que causan al medio ambiente sus actividades. Se le dice voluntario porque quienes entran no están obligados a hacerlo bajo ningún tratado ambiental. 

Los ingresos que se puedan obtener a partir de este mercado serían reutilizados para sostener el propio proyecto, explicó Scheelk, quien aclaró que la meta es que el gobierno administre exclusivamente estos créditos, no la Fundación. 

“Fundalmentemente, nuestra meta es restaurar el ecosistema, apoyar la comunidad, los trabajos locales, y apoyar los científicos locales, pero un segundo beneficio de esto y que sería fantástico es si podemos habilitar que el gobierno de Puerto Rico para que se involucre en el Mercado Voluntario de Carbono”, dijo. 

Aún no es claro si esto será posible, y puede que demande cambios en la legislación de la isla para poderse lograr. 

Mata Redonda

Un proyecto paralelo de pequeña escala (medio acre) es el que se lleva a cabo en la pequeña isla de Mata Redonda dentro de la bahía de Jobos. 

La isla había sido dañada por el impacto de huracanes y el proyecto trata de construir una costa viviente alrededor de la isla a través de la instalación de bolsas biológicas, las cuales están conformadas por sedimentos que eventualmente se descomponen. 

Vista aérea de trabajos de restauración en Mata Redonda. Foto: The Ocean Foundation.

En el sitio se plantaron mil manglares hace un mes. “Algo muy pequeño, pero se estaba erosionando y estábamos haciendo restauración de pastos marinos en las aguas de los alrededores”, comentó Scheelk.   

Siembra de manglar en Mata Redonda. Foto: The Ocean Foundation. 

El oficial de programas destacó que en este tipo de programas se destacan la participación de la comunidad e incluso de los boyscouts. 

Futuro del megaproyecto de restauración

De momento, duplicar el área de restauración de manglar ha conllevado a ampliar la fecha de finalización del proyecto, se espera a finales del próximo año contar con todos los permisos y luego iniciar un proceso de alrededor de seis años. 

Restaurar también es un ejercicio a mediano plazo. Una vez finalizado el proyecto se necesitarán algunos años para que las bases sentadas muestren sus frutos, explicó Scheelk. 

“Va a tomar muchos años, alrededor de una década en realidad para que completamente vuelva (la naturaleza) y madure. Pero habremos dejado el trabajo en la tierra para que eso ocurra naturalmente”, apuntó. 


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