La quema de combustóleo en la Central Termoeléctrica de Tula “Francisco Pérez Ríos” afecta la salud de 22 millones de personas en la Zona Metropolitana del Valle de México, de acuerdo con información de Greenpeace.
El combustóleo se obtiene como residuo del petróleo. Se utiliza como combustible industrial para la generación de electricidad y, en el proceso, produce emisiones de monóxido de carbono (CO), bióxido de azufre (SO2) y óxidos de nitrógeno que afectan la calidad del aire, el medio ambiente y la salud.
Con la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica que acumula 117 suspensiones, organizaciones ambientales han señalado los riesgos que puede traer priorizar a las plantas termoeléctricas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), como la Central de Tula, Hidalgo. Es por esto que también la llaman “Ley Combustóleo”.
“Las plantas de CFE no han tenido el mantenimiento necesario y se han vuelto ineficientes […] Se calcula que aproximadamente de cada barril de crudo que entra, el 30% deviene en combustóleo”, explica Pablo Ramírez, responsable del proyecto de Justicia Energética de Greenpeace. Apenas en 2017, se obtenía el 24% por cada barril.
La CFE cuenta con 192 centrales, de las cuales 16 son termoeléctricas. El Observatorio de la Transición Energética en México registra nueve que trabajan a base de combustóleo con diferente capacidad de MW (Megawatts).
- Francisco Pérez Ríos en Tula, Hidalgo: 1,605.60 MW.
- Carlos Rodríguez Rivero en Guaymas, Sonora: 484.00 MW.
- Adolfo López Mateos en Tuxpan, Veracruz: 350.00 MW.
- José Aceves Pozos en Mazatlán, Sinaloa: 300 MW.
- Termoeléctrica Guadalupe Victoria, Lerdo: 160 MW.
- Francisco Villa en Delicias, Chihuahua: 150.00 MW.
- Termoeléctrica de Mérida, Yucatán: 84.00 MW.
- Termoeléctrica de Lerma, Campeche: 37.50 MW.
- Punta Prieta II en Baja California Sur: 37.50 MW.
Faltas a la ley y muertes prematuras
La termoeléctrica de Tula es una de las más grandes y más contaminantes de la CFE. Tiene cinco unidades de generación y cada año arroja 14 toneladas de material particulado con alto contenido de azufre.
En agosto pasado se dio a conocer que, durante cuatro años (2016 - 2020), la termoeléctrica de Tula rebasó el límite legal de azufre dentro del combustóleo alcanzando el 3.9% en masa, cuando la Comisión Reguladora de Energía (CRE) solo permite 2% para evitar consecuencias mortales. La información se encuentra en documentos internos de la misma CFE revisados por Reuters.
Es decir, la exposición a los ácidos derivados del SO2 es peligrosa porque el material particulado ingresa directo a los pulmones, lo que puede agravar padecimientos cardiovasculares, enfermedades respiratorias e incluso infecciones virales como la COVID-19.
De acuerdo con un estudio de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de Adolfo Hernández Moreno, los altos niveles de dióxidos de azufre y de partículas PM 2.5 que genera la central son responsables de bronquitis crónicas hasta muertes prematuras.
“CFE debería de tener un papel rector del sector. Transitar hacia energías no fósiles, hacia energías renovables, participando en un diálogo para ver cuáles son las opciones para ampliar y modernizar la red eléctrica sin riesgos”, explica Arturo Carranza, analista energético.
Lluvia ácida y efecto invernadero
Las consecuencias de la quema de combustóleo también tienen un impacto ambiental. Genera la emisión de gases de efecto invernadero, especialmente en aquellos con alta concentración de gases contaminantes, como el azufre.
Del total de las emisiones que genera México, 64% corresponden al consumo de combustibles fósiles, de acuerdo con el Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero. “En cuestión de lluvia ácida que es un factor muy importante en la erosión del suelo y la pérdida de productividad”, señala Pablo Ramírez. En Tuxpan, Veracruz, la termoeléctrica Adolfo López Mateos se considera la principal generadora de lluvia ácida en la región sur. Manuel Bartlett, director de CFE, ha declarado a medios internacionales que están dispuestos a utilizar energía más limpia como el gas. Esto generó críticas debido a que este no se considera una energía renovable.
“Pueden llegar a ser más eficientes, pueden llegar a usar otro tipo de combustible, pero lo que tendría que estar pasando en el escenario ideal es que este tipo de tecnología saliera de la matriz eléctrica definitivamente”, afirma Ramírez.
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