Legislativo y estado del diálogo

Se acaba de aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación para el 2022 en la Cámara de Diputados y hay varios puntos a apreciar de l...
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Se acaba de aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación para el 2022 en la Cámara de Diputados y hay varios puntos a apreciar de la experiencia que está dejando este recién ejercicio de aprobación presupuestal.

En el ideal, el Legislativo es la arena donde se lleva a cabo un intercambio discursivo por la legisladora/legislador para intentar convencer a los demás de sus planteamientos y propuestas, tanto al interior de sus grupos parlamentarios como por supuesto a las demás fuerzas políticas. Si bien, aplican la fuerza de sus votos, en términos que pueden ejercer mayorías considerando el número de escaños de representación de cada partido, esto también pasa (idealmente) por el filtro de la discusión y debate parlamentario, central en una democracia, donde pueden cambiar o ajustar posiciones.

Este tipo de ejercicios tiene la oportunidad de ser llevado a cabo cada año en la discusión y aprobación del Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación, facultad que ostenta la Cámara de Diputados. En su desarrollo nos permite ver, en cierta forma, la salud de nuestra cultura del debate e intercambio de argumentos para convencer a los que piensan diferente.


En este sentido es sumamente preocupante que en el Legislativo esto parezca ser materia sumamente escasa. Lo que apreciamos en el ejercicio de aprobación presupuestal que acaba de terminar es una alerta más al funcionamiento de los procesos en lo que se basa nuestra democracia, donde los argumentos y la discusión racional entre legisladores brilló por su ausencia.

Fueron 1,994 reservas a analizar de los partidos de oposición y ninguna, así es, ninguna, valió la pena discutir y analizar para su posible adecuación por la coalición gobernante de Morena, PVEM y PT en el presupuesto que quedó finalmente aprobado. En contrapartida predominaron los insultos y las descalificaciones que, si bien, siempre han estado, ahora no hubo un espacio para un mínimo de discusión. Si esto nos da un indicador de la salud de nuestra capacidad de comunicación, diálogo y convencimiento en una democracia, diría que estamos en estado sumamente crítico.

Como resultado, el presupuesto refleja las prioridades de los ganadores. En este caso, estas son las prioridades del Ejecutivo federal transmitidas y ejecutadas íntegramente por su mayoría legislativa de diputados.

Así como quedó, el presupuesto apunta fuertemente a los megaproyectos como el Tren Maya, Dos Bocas y Santa Lucía y a los programas de subsidios a los jóvenes, adultos mayores o Sembrando Vida.


En la aprobación del presupuesto no se ve una reflexión y aprendizaje por legisladores y el Ejecutivo federal en estos tres años que ya pasaron (la primera mitad de su sexenio) para poder aplicarse en la segunda parte y recta final del mismo.

La incapacidad de llevar a cabo un debate y una discusión pública que permita a la oposición y a voces ciudadanas ser realmente escuchadas reduce en gran parte esta posibilidad de reflexión.

Reconocer en dónde estamos parados es el primer paso para buscar alternativas. Debemos reconstruir esta capacidad de escuchar y de atender la crítica y la reflexión. Y en parte la respuesta es mirar más allá de las figuras del presidente, de los altos funcionarios y legisladores, y reconocer que hay más gente que no necesariamente está en esa dinámica de polarización y de juego de suma cero.

Eso lo vemos quienes trabajamos con diferentes funcionarios de gobierno, con el sector privado, con otras OSC. Muchos funcionarios llevan muchos años en sus puestos y hacen con mucha responsabilidad su trabajo, buscan la manera de llevarlo a cabo y poder avanzar aun con carencias presupuestarias. Las relaciones con la sociedad civil llevan también mucho tiempo, a veces inclusive compartiendo amistad y muchas historias de empuje de causas en común. Lo mismo con actores del sector privado. Eso no lo deberíamos de perder. Debemos agarrarnos de eso que sabemos que está allí, reconociendo al otro, revisando nuestra historia pasada, sin dejarnos llevar por esta polarización que se amplifica en espacios como el Legislativo, en el discurso público de los actores políticos y en los espacios de las redes sociales.

El Legislativo es en parte el reflejo de los tiempos que estamos viviendo. Debemos poner nuestro grano de arena para que lo que pasa en estas esferas no sea la norma, sino que se vaya aislando cada vez más por un impulso mayor de la sociedad a trabajar juntos y salir adelante. Para buscar que este diálogo se recomponga, trabajar en cada espacio que tengamos es un paso más para lograr reconstruirlo.

Escrito por

Eduardo Rolon

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