Seaspiracy, el documental de Netflix estrenado a finales de marzo, recibió tanto aplausos como señalamientos al poner en duda la sostenibilidad de la pesca. En 90 minutos, el director Ali Trabizi hace un recorrido por la contaminación de los mares; afirma que las etiquetas de sostenibilidad como Dolphin Safe no pueden garantizar un consumo seguro para la especie marina; habla sobre esclavitud y las condiciones de trabajo de pescadores, pesca ilegal, entre otros temas.
Ante estas problemáticas, la respuesta de Seaspiracy para salvar los océanos es dejar de consumir especies marinas.
“Creemos en el derecho a elegir lo que comemos y aplaudimos a quienes optan por mejorar la salud de nuestro planeta. Sin embargo, renunciar al consumo de pescado no es una elección realista para cientos de millones de personas de todo el mundo que dependen de los caladeros costeros y que, en muchos casos, se enfrentan a la pobreza, al hambre y a la desnutrición”, compartió la organización Oceana en un comunicado sobre el documental.
De acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el mundo hay más de 30 millones de personas que se dedican a la actividad pesquera. Cerca del 88%, más de 151 millones de toneladas de las 171 millones de la producción pesquera total, se utilizan para consumo humano directo.
Para la FAO, así como decenas de organizaciones por el medio ambiente, la sostenibilidad es una opción más necesaria que apostar por limitar el consumo.
Greenpeace define a la pesca sostenible como aquella que puede mantenerse de forma indefinida sin comprometer la vida de la especie objetivo y sin ejercer un impacto negativo sobre otras especies dentro del ecosistema, incluidas las personas.
Ante este panorama actualmente las prácticas pesqueras tienen certificaciones, ecoetiquetas y estándares de calificación. Un proceso que se realiza de manera parcial pero eficaz, concuerdan especialistas.
“Para poder cuidar el recurso, no puedes llegar a decirle al pescador que a partir de hoy pescará menos de 10 kilos, porque difícilmente te va a decir que sí cuando está viendo que su vecino que no tiene permisos, que no paga impuestos, pesca 20 kilos y además con artes de pesca prohibidas”, explica Minerva Alonso, directora del Centro de Desarrollo y Pesca Sustentable (CeDePesca) en México, quienes trabajan con tres Proyectos de Mejora de Pesquería (FIP, por sus siglas en inglés).
Los FIP y los retos de la sostenibilidad
Una de las apuestas por la pesca sostenible son los FIP. Iniciativas voluntarias y colectivas, donde trabajan productores, autoridades, investigadores, organizaciones, entre otros, para mejorar la operación de una pesquería a través del menor impacto negativo posible.
En México, tres de las ecoetiquetas y estándares pesqueros que más auge han tenido son las impulsadas por las organizaciones Marine Stewardship Council (MSC), Seafood Watch del Monterey Bay Aquarium y Fair Trade USA.
De acuerdo con el sitio de Fishery Progress, en México se tiene registro de 26 FIP donde se trabaja con distintas especies como mero rojo y negro en Yucatán, langosta espinosa en Quintana Roo o almeja en Sinaloa.
Cada FIP se encuentra en distinto estado según los indicadores que cumplan. Los indicadores dependen de tres principios del MSC: la salud de las poblaciones de peces, el impacto sobre los ecosistemas y la gestión efectiva de las pesquerías.
En el país hay 13 que tienen estado exhaustivo, es decir, realizan actividades que inciden con todos los indicadores. Mientras que los otros 13 tienen un estado básico, esto significa que se ajustan a ciertos indicadores del MSC.
“Cada proyecto tiene diferentes necesidades y por lo tanto diferentes actividades. A nivel nacional desde mi punto de vista el mayor problema es la inspección y la vigilancia en relación con los temas de gobernanza […] porque es posible que logres que un pescador esté dispuesto a seguir las leyes, a colaborar, a cuidar su espacio, pero es muy difícil que alguien esté dispuesto a cuidar el futuro viendo que su vecino sigue actuando ilegalmente”, explica Minerva Alonso.
Pescar con conocimiento
México es vulnerable a la pesca ilegal y las prácticas que perjudican el medio ambiente. Esto se debe a su extensión litoral y la composición de su flota pesquera, señala EDF en el informe “La pesca ilegal e irregular en México: una barrera a la competitividad”.
A esto se agrega que pescadores legales desconocen si las especies que se están pescando están en riesgo y qué tipo de impacto tienen. Por lo que Minerva Alonso considera que se necesita de información, la cual aún considera poco accesible. En los FIP también se trabaja con talleres de concientización para promover espacios de autorreflexión que permita entender que es un trabajo conjunto.
“La información no está actualizada y no es lo suficientemente sólida. Hay muchos investigadores e investigadoras que generan muy buena información pero la organización está muy fracturada, las evaluaciones no son constantes […] se requiere que todos los actores participen activamente en la toma de decisiones”, afirma la directora Alonso.
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