Además de las cifras para estimar la producción y la riqueza de un país en un período determinado (como el Producto Interno Bruto, PIB, o los índices de productividad), urge que la economía considere también otras herramientas que midan el progreso entendido como la capacidad y el interés de una nación para mantener el buen estado de salud de sus reservas naturales1.
Lamentablemente, el estado de salud del océano en México es bastante preocupante: la contaminación del mar, la pesca ilegal e incidental, la sobrepesca, la falta de regulación y vigilancia, el abandono del sector pesquero y acuícola, y la dependencia de los subsidios que aumentan el esfuerzo pesquero han llevado al límite de lo permisible la explotación de diversas pesquerías.
Este comportamiento insostenible afecta principalmente a las comunidades de pescadores en situación de vulnerabilidad, y profundiza el problema crónico de pobreza y desigualdad que ha aquejado al sector pesquero durante sexenios. Entre otras medidas de política pública, se requiere que desde el gobierno se acelere el viraje de estrategia y aumente el apoyo para incentivar la producción de los pequeños pescadores ribereños mediante subsidios considerados benéficos o positivos.
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