A Génesis Ayón Loza el reconocimiento de este proyecto estudiantil le ha llegado justo cuando tiene que decidir por una carrera. En el último año de la preparatoria federal José Vasconcelos su vocación la llama a ser médica al igual que su compañera Samantha Carrasco. En tanto que Nathalia Martínez ha tomado impulso para ser ingeniera en biotecnología. En cualquier caso, algo está claro para las tres, convertir cáscara de camarón en bioplástico les ha mostrado un abanico de opciones a seguir.
Su ciudad de origen, Mazatlán, es el epicentro de captura y exportación de camarón del país y las jóvenes supieron identificar en dicho marisco crustáceo una oportunidad para desplegar un proyecto científico de verano que primero las llevó a la Expo Ciencia de Mazatlán, luego al Nacional y después al foro Atast Ifest de Túnez, orientado a promover el interés en jóvenes por soluciones tecnológicas, del que han vuelto con una medalla del primer lugar en la categoría medio ambiente.
A unas horas recién llegadas del viaje, durante la celebración del cuarto aniversario del medio de comunicación ambiental SonPlayas, explican a este medio su proyecto.
“Lo que nosotros hacemos es rescatar todos los residuos de la cáscara de camarón, o sea, todo lo que nosotros no consumimos lo procesamos en el laboratorio y creamos plástico”, detalló Samantha.
Cuando se acercaron a cadenas de restaurantes vieron que muchos tiraban la cáscara a la basura, una materia prima con la que se pueden elaborar nuevos productos. Los bioplásticos cobran extremo interés como una opción frente a los plásticos de un solo uso, los cuales pueden tardar dependiendo su tipo entre 100 y 1000 años en degradarse en el medio ambiente.
“Este bioplástico no solo nos va a ayudar, pues a nosotros, sino va a ayudar al medio ambiente ya que se puede verter, puede ser al suelo, a la tierra como fertilizante o pesticida, entonces da un mundo de beneficios al ser humano y también un mundo en beneficios al medio ambiente”, agregó Samantha.
Hacia patente
En este momento las jóvenes han presentado su proyecto como un prototipo y avanzan en patentizarlo. Génesis explica que su apuesta sería industrializar el proceso. Hasta ahora las chicas han trabajado de forma artesanal en el laboratorio de la preparatoria federal, un esfuerzo en el que han recibido el apoyo del cuerpo docente, en especial de la profesora Judith Rebeca González.
“Si tuviéramos la maquinaria necesaria, que la verdad es bastante, podríamos tener mayor producto en menor tiempo, pero la verdad pues siento que fue uno de los principales desafíos”, apuntó la joven.
Genésis, a quien sus compañeras reconocen su interés ambiental, espera que este proyecto sirva como un llamado a actuar para las personas y cambiar sus hábitos en torno al uso de plásticos. “Planeamos que esto se haga en grande, la verdad sí, planeemos que sea algo importante”.
Apoyo a la juventud
A veces competir en premios de ciencia es una cuestión de recursos económicos. Lo saben las chicas que enlistan diversas actividades para agenciarse de los viáticos suficientes como botear, hacer kermesses y conseguir patrocinadores.
“Te voy a decir algo bien sincero, cuando nosotros fuimos invitadas a la Nacional. Nos parecía increíble ver cómo había tanto talento mexicano niños desde kinder que te exponían como una maestría y tú te sentías anonadado, pero algo bien triste que nos pareció fue que ibas con los padres de familia y te contaban, sabes que yo tuve que hipotecar mi carro, sabes que yo tuve que vender esto, sabes que a mí no me ayudaron yo tuve que ir a las calles a vender pan, tuve que ir a las calles a botear”, relató Nathalia.
Ahora las jóvenes planean asistir a un evento internacional a realizarse en Rumania, una apuesta que las llevará por el sendero de solicitar apoyos nuevamente.
Las tres chicas no han dejado escapar la oportunidad para recalcar la importancia de la participación de las mujeres en la ciencia.
“Las niñas también están en la ciencia, las niñas también podemos ser buenas en matemáticas, también podemos hacer esto, por qué tendrías que estar en un cajoncito y cuando empiezas a romper ese cajón es cuestión de romperla toda y seguir para arriba, una chispita para que el cuete llegue a la luna”, apuntó Nathalia.
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