Las tortugas marinas atrapadas durante la pesquería de camarón en México; los tiburones sedosos tras la captura de atún en Ecuador; las rayas llevadas por los buques de Costa Rica... En la pesca de arrastre, cuando las redes son lanzadas al fondo marino, pueden levantar todo lo que encuentren a su paso.
A este fenómeno se le conoce como pesca incidental. Ocurre con las especies que quedan atrapadas en las artes de pesca y, una vez en el barco, son regresadas al mar, regularmente moribundas o muertas.
El volumen de fauna capturada y desechada puede ser de 7 millones de toneladas al año, de acuerdo con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés).
Este tipo de captura es uno de los principales motivos por los que se considera que la pesca de arrastre representa un riesgo para el medio ambiente. Sin embargo, al tratarse de uno de los métodos más utilizados en la producción mundial, frente a quienes aseguran que deben prohibirse, han surgido las apuestas por una gestión sostenible.
“Al hablar de sostenibilidad, lo que pretendemos es ser cada vez más selectivos en términos de incidir lo menos posible con este tipo de especies y no trastocar el ecosistema propio de las zonas en donde se está haciendo la pesca”, explicó Eduardo Benítez, representante Asistente de Programas en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en México.
En entrevista con Periodismo Causa Natura, Benítez habla sobre el proyecto de Gestión Sostenible de Captura Incidental en Pesquerías de Arrastre en América Latina y el Caribe (Rebyc), que hasta el momento ha tenido dos fases (Rebyc-I y Rebyc-II) y se han aplicado en países como México, Colombia y Brasil.
La meta principal de los proyectos Rebyc, impulsados por la FAO, es obtener una reducción del 20% en los volúmenes de descartes. Lo que representa apostar por hacer selectivo un método que se caracteriza por lo contrario.
Para lograrlo, se trabaja con marcos legales; formación y capacitación de productores; uso de tecnologías para reducir la pesca incidental, y el aprovechamiento de las especies no objetivo que hayan sido capturadas.
“En estos años se logró identificar una disminución de la captura no intencional de entre el 20% y el 45%… los propios pescadores van notando la diferencia que les representa hacer sus prácticas con las nuevas adecuaciones, obteniendo un mayor volumen y una mayor ganancia en la especie de interés…” sostuvo el representante de la FAO México.
La captura incidental en México
En México, la pesca de camarón es una de las más importantes. Se estima que representa el 45% del valor de la producción pesquera nacional y sostiene a alrededor de 63 mil pescadores y sus familias.
Los estados de Sinaloa y Sonora, en el Alto Golfo de California, son los principales productores, pero también los que han enfrentado restricciones y embargos por el uso de artes de pesca, como las de arrastre, en las que quedan expuestas las tortugas marinas.
Particularmente, el proyecto Rebyc se ha enfocado en Campeche, otro de los estados productores donde recuperar la pesquería de camarón rosado significa indagar en las medidas de sostenibilidad.
“En un esquema entendible de cuántos kilos de captura incidental se capturan por cada kilo de camarón, vemos que la zona donde mayor es la relación es en la zona de Campeche y Tabasco que va de uno a ocho, y la zona de Tabasco altamar de uno a 3.3…“, explicó el doctor Armando Wakida, del Instituto Nacional de Pesca y Acuacultura (Inapesca), durante el seminario Gestión sostenible de la captura incidental en la pesca de arrastre en Campeche, organizado como parte de los resultados de la FAO en febrero de 2021.
Esto representa que en las costas de Campeche y Tabasco, por cada kilo de captura de camarón se alcanzan hasta los ocho kilos de captura incidental.
Respecto a la composición de la captura incidental, el Inapesca integró que se conforma por hasta 321 especies, sin embargo, 25 de ellas representa hasta el 55% del total de las capturas incidentales.
“En la mayor parte de los casos, la pesca incidental está compuesta principalmente por peces óseos, arriba del 70%, y dependiendo de la zona, están los moluscos y los elasmobranquios, que se conforman principalmente por rayas y tiburones”, expuso el doctor Wakida.
Para el proyecto Rebyc-I, impulsado de 2002 a 2008, el enfoque principal para hacer más selectiva la pesca de arrastre fue el uso de tecnologías, principalmente en relación con las artes de pesca. Mientras que para el Rebyc-II, de 2015 a 2020, se profundizó en temas de legislación y sensibilización de pescadores.
“Ambos proyectos han sido en el marco del medio ambiente y se ha producido información muy importante en términos de creación de capacidades, de cómo dar asistencia a los pescadores sobre la captura y, sobre todo, cómo incidir en reducir este tipo de especies de la pesca incidental”, indicó Eduardo Benítez, de la FAO en México.
Como parte del uso de tecnologías, destaca el cambio en los diseños de las redes de arrastre. La novedad es la inclusión de los dispositivos excluidores de peces como el ojo de pescado y doble relinga, así como de las tortugas marinas.
Para el monitoreo también se emplean equipos electrónicos que miden el flujo de combustible, la apertura de las redes y la tensión de los cables, entre otros parámetros.
Sin embargo, estas tecnologías no eliminan la captura incidental. Por lo que, para reducir el desecho de especies que sean descartadas y regresadas al mar, se ha trabajado en alternativas para su aprovechamiento, como el desarrollo de productos alimenticios como filetes, embutidos, ensilados y harinas.
Aunque existen las redes de arrastre de media agua, los esfuerzos se concentran en la de fondo por su mayor impacto ambiental. Foto: Gobierno de México
Los obstáculos y los pendientes
Además de los proyectos Rebyc, en el panorama internacional organizaciones ambientalistas, comunidades pesqueras y diversos sectores involucrados han impulsado medidas que buscan frenar los daños a los ecosistemas marinos.
Entre las acciones está el aislamiento de la huella del arrastre, conocido como congelamiento, el establecer zonas prohibidas, o limitar tiempos y periodos de pesca.
“El impacto ambiental que ha tenido la pesca de arrastre es que es una pesca muy mezquina. Destruye muchos ecosistemas irreversiblemente en pocos minutos. Quizás los camarones siguen existiendo pero qué pasa con otras especies… si uno tiene un enfoque ecosistémico, vemos que no sólo se daña un recurso, sino los efectos que tiene en las demás…”, expresó Liesbeth van der Meer, directora ejecutiva de Oceana Chile.
Para la organización, la pesca de arrastre no es una opción que pueda convertirse en una práctica amigable con el medio ambiente. Por lo que se plantea el congelamiento de la zona de arrastre para trabajar en la recuperación de los ecosistemas. Considerando que el periodo de recuperación puede iniciar entre los 10 y 30 años después de detener la captura.
“La otra forma sería prohibir el arte de pesca para el arrastre de fondo, de forma paulatina y bajo ciertos recursos. Hay otras artes que pueden hacer el trabajo como el espinel, que es más selectiva y que dejaría de arrastrar los fondos”, señaló van der Meer en entrevista.
Por su parte, Rebyc-I y Rebyc-II enfrentan sus propios obstáculos. Pese a la participación del Inapesca, el Colegio de La Frontera Sur o el Centro de Estudios Tecnológicos del Mar de Campeche, aún es necesario que las herramientas y los mecanismos de estos proyectos continúen aún cuando termine su periodo.
“Es complejo aprovechar las buenas prácticas y las experiencias para que una vez que termine la fuente de financiamiento original, se puedan seguir implementando… Afortunadamente en el sector hay organizaciones bien identificadas que permiten una mejor cobertura y que la información de estos proyectos logre bajar lo más rápido hacia los productores y los tomadores de decisiones…”, reconoció Eduardo Benítez.
Mientras tanto, la FAO adelantó que se iniciará un proyecto de sostenibilidad en el tema para finales de este año destinado a las Áreas Marinas Protegidas de México.
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