Delfina Mendoza atesora el recuerdo de acompañar a sus padres a la Laguna-Estero de La Cruz para recolectar el sustento de su familia: la almeja arrocera. La Laguna es el humedal más grande de Bahía de Kino, Sonora, al noroeste de México, un espejo de agua de más de 30 kilómetros cuadrados de extensión, que ella recuerda repleto de almeja hace cuatro décadas.
Sin embargo, a causa de la sobreexplotación de la almeja y del deterioro de la laguna por la contaminación de residuos sólidos y de aguas residuales de las granjas camaronícolas, esos recuerdos distan mucho de la situación actual.
Por eso desde hace 10 años, junto a otras nueve mujeres, se dedica a regenerar la almeja arrocera y mejorar la calidad de la laguna a través de la Cooperativa Pesquera Mujeres del Mar de Cortés. Al hacerlo han afrontado retos como el machismo y la sostenibilidad financiera de su proyecto.
Historia de la sobreexplotación
“Mi madre fue almejera junto con mi papá en este estero y a diario sacaban 60 kilos. Todo estaba lleno de almeja, no necesitábamos ir más lejos a buscarla. Yo tengo muy bonitos recuerdos porque a mí me traían a ayudar a sacar almeja, a cocerla y a descarnarla aquí mismo. Pero aparte nos divertíamos viendo a los pajaritos y a los cangrejitos, y admirábamos el paisaje”, contó Mendoza.
La abundancia que le tocó ver a ella poco a poco se ha ido acabando debido a que cada vez había más personas que capturaban almeja, algunas sin permiso y sin respetar la talla mínima de captura establecida por la Comisión Nacional de Pesca y Acuacultura (Conapesca).
Aunque la especie se reproduce naturalmente, la extracción es más acelerada que su ciclo de reproducción, lo que ha provocado que se desequilibre la población de la almeja.
“El que viene a sacar almeja se lleva de todos los tamaños, se lleva a los reproductores y a las que van creciendo. No respeta y se acaba todo”, señaló Mendoza.
En México la captura de almeja arrocera se realiza en Baja California, Baja California Sur, Sonora y Sinaloa. De acuerdo con la Carta Nacional Pesquera, el estatus de esta especie es “aprovechado al máximo sustentable” en San Felipe, Baja California; en Bahía Magdalena, Baja California Sur, y en Sinaloa. Esto significa que la extracción actual se encuentra en el límite de no poner en riesgo la recuperación de la especie a largo plazo.
Mientras que en el resto de las primeras dos entidades mencionadas y en Sonora, su estatus es indeterminado debido a que no se conoce con precisión el nivel de explotación permitido o el estado actual del recurso.
La sobreexplotación de la almeja hizo que sus padres buscaran sustento en otras actividades lejos de la pesca, como el padre de Felix Guadalupe Campos, una de las integrantes de la cooperativa, que pasó de ser almejero a vender hot dogs.
También el estero se ha ido reduciendo y peces como la curvina, la lisa y el pargo han desaparecido a causa de la contaminación.
Con el objetivo de devolverle la vida al estero para heredarles una fuente de trabajo, de alimento y un ecosistema saludable a sus hijos y nietos, en 2015 se reunieron varias mujeres de Bahía de Kino para fundar la Cooperativa Mujeres del Mar de Cortés con el apoyo de Comunidad y Biodiversidad (Cobi), una organización civil dedicada a la conservación marina y el manejo sostenible de los recursos pesqueros.
“Estoy en la cooperativa y en otros grupos porque quiero que mis hijos, mis nietos y mis futuras generaciones conozcan el estero y lo que hay en él. No quiero que lo conozcan en fotos, sino que vengan y lo exploren”, señaló Campos.
Sembrar para el presente y el futuro
Integrantes de la Cooperativa Mujeres del Mar de Cortés haciendo monitoreo en la laguna de La Cruz. Fuente: Daniela Reyes.
Además de sus trabajos formales y las labores domésticas y de cuidado, las mujeres de la cooperativa cuidan el estero repoblando de almeja arrocera, monitoreando y vigilando.
“Vimos que estaba en extinción la almeja y nos pareció una buena oportunidad para devolverle al estero lo mucho que nos ha dado porque a la mayoría nos sacaron adelante con esta especie. Ahorita el objetivo es repoblar para que llegue a un estado saludable”, señaló Méndez.
Iniciaron con la compra de la semilla de callo de hacha al Centro Reproductor de Especies Marinas del Estado de Sonora (CREMES) operado por el Instituto de Acuacultura del Estado de Sonora (IAES).
Ponían las semillas en preengorda y después las sembraban, pero con ese método las semillas se estresaban y tenían una mortalidad muy alta. Les tomó varios años y pruebas para llegar a la técnica con mayor éxito.
Actualmente, esparcen la semilla directamente al suelo sin ponerlos en preengorda, lo dejan siete meses y lo cosechan de octubre a diciembre, que es cuando alcanza su tamaño.
“Vemos que sí ha funcionado eso porque aquí en la orilla, donde antes no había, ya hay de muchos tamaños porque se está reproduciendo mucho”, señaló Laura Acuña, presidenta de la cooperativa.
Esto lo logran comprobar a través de su monitoreo. Durante los meses de noviembre a diciembre seleccionan el cuadrante que van a monitorear, se atavían con sus zapatos acuáticos y su equipo y caminan por el fangoso estero cuando está la marea baja.
Rastrillan el suelo, sacan toda la almeja que encuentren en ese metro cuadrado y se las llevan a la orilla donde toman el peso, la talla y lo anotan en una bitácora.
“Cada cuadrante lo marcamos con el GPS, con estos rastrillos rascamos la tierra y es más fácil sacar la almeja. El vernier lo usamos para sacar la talla y aquí las pesamos”, señaló Acuña.
Esto lo realizan en las siete hectáreas de la laguna-estero que abarca su permiso de pesca de fomento, una autorización que otorga la Conapesca con fines de investigación, estudio y conservación de los recursos.
Herramientas para elaborar el monitoreo y bitácora de vigilancia. Fuente: Daniela Reyes.
Una vez a la quincena acuden al área a hacer vigilancia para desincentivar la pesca ilegal, registran si hay basura y hacen limpieza, ya que no tienen apoyo de autoridades como la Conapesca que las apoye en labores de inspección y vigilancia.
“No respetan y para nosotros es muy difícil estar todos los días vigilando aquí. Ha habido denuncias de otras especies y de otros pescadores que les roban sus artes de pesca y las autoridades no hacen nada. Entonces uno dice, ¿para qué?”, señaló Méndez.
Desde la compra de la semilla, el traslado al estero y el equipo para hacer el monitoreo les generan gastos. Desde el 2022, la cooperativa recibió financiamiento a través del proyecto “Innovación Azul”, impulsado por la Agencia Francesa de Desarrollo en colaboración con Cobi, cuyo objetivo es mantener la resiliencia de los ecosistemas marinos y aumentar la capacidad de adaptación de las comunidades costeras mediante la promoción de soluciones de conservación y sostenibilidad.
Sin embargo, la cooperativa se encuentra en la búsqueda de ser sostenible a través de nuevas formas de autofinanciamiento como la venta de almeja empacada o en platillos, con el objetivo de dedicarse al 100% a la cooperativa. Incluso están planeando emprender en la cosecha de ostión que puede dejarles mayores ganancias que la almeja.
“Ya tenemos almeja y ahora queremos darle un valor agregado, porque si la vendes en concha tienes que entregar más volumen y a menos costo. Pero si le das un valor agregado vendes menos y pagan más. Queremos empezar a tener beneficio de nuestro trabajo, del esfuerzo en todo este tiempo. De aquí en adelante pensamos que todo nos va a cambiar para mejor”, señaló Campos.
Desde que empezaron con el repoblamiento, ahora se ven a más personas en el sitio con sus cubetas llenas de almeja y han visto cómo ha mejorado la condición del estero. Los resultados que han obtenido hasta el momento han sido el motor para continuar con este proyecto pese a todos los obstáculos que han tenido.
“Nos motiva ver que estamos devolviéndole la vida al estero, un lugar tan importante para los habitantes de Bahía de Kino que se debe de cuidar, que no debemos dejar que se muera”, señaló Mendoza.
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