Vereda Naranjal: Una avalancha sin reparación para las víctimas

Liz y Héctor sobrevivieron a una avalancha producto de una lluvia atípica que arrasó con gran parte de su comunidad y con lo que visualizaban su proyecto de retiro. Después de un año siguen sin tener reparación ni garantías de no repetición.
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La noche del 17 de julio de 2023, mientras llovía intensamente, Liz Gómez y Héctor Rodríguez corrieron descalzos y con la ropa rota, guiados por su perro Trotsky, para refugiarse en lo alto de las montañas verdes y alejarse de la parte baja de la vereda Naranjal, en Bogotá, Colombia, donde una avalancha de aproximadamente 40 metros de altura arrasó con su finca.

“Solo había barro, solo lodo, yo quedé descalzo, sin ropa y el perrito fue el que vino aquí, me sacó hacia allá y ahí empezamos a subir la loma a las 11 de la noche. Cuando llegamos a la loma dijeron que venía otra avalancha y seguimos subiendo dos horas más a una finca bien arriba, lejos. Al otro día, a las cinco y cuarto de la mañana, nos bajamos y fue cuando vimos esto”, señala Héctor.

Lo que vieron fue su finca de varias hectáreas llena de lodo, su casa de dos pisos destruída, y su cultivo de limón y sus becerros, patos, gallinas desaparecidas.

“La finquita era la nuestra. Era un lugar muy agradable. Buen clima, cerquita del pueblo y de Bogotá. Un punto fantástico. Nosotros venimos a pasar nuestra vejez aquí. Este era nuestro paraíso, era un paraíso. No necesitaba nada, no salíamos de aquí”, señala Liz.

Durante la avalancha fallecieron 28 personas entre ellas familias enteras y personas entrañables para Liz y Héctor. También arrasó con el patrimonio de muchas personas y otras resultaron gravemente heridas y con impactos psicológicos.

Según Héctor, 8 familias sobrevivieron y dos viviendas de aproximadamente 30 que se ubicaban en la parte baja y media de la vereda, quedaron en pie.

Interiores CNM (3).jpgInteriores CNM (2).jpgInteriores CNM (1).jpgInteriores CNM.jpgFotografías de la vereda Naranjal tomadas el 10 de abril de 2024. Fuente: Daniela Reyes

Este caso ejemplifica las aplicaciones que pudiera tener en el futuro el fondo para pérdidas y daños creado desde la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático para enfrentar las consecuencias presentes y futuras del cambio climático y el calentamiento global en los países más vulnerables.

Colombia es uno de los países más vulnerables ante el cambio climático en el mundo, de acuerdo con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, debido a su ubicación geográfica.

En 2020, comenta Héctor, ya se habían presentado lluvias intensas que habían elevado el nivel del agua del río y destruyó un puente que conectaba Naranjal con Limoncitos pero en 2023 la situación fue más grave.

El informe más reciente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), señala que el cambio climático está afectando a los fenómenos meteorológicos y climáticos haciéndolos extremos en todas las regiones del mundo. Esto ha ocasionado pérdidas y daños en la naturaleza y las personas, donde las comunidades vulnerables que históricamente han contribuido menos al cambio climático son las que resultan más afectadas.

Su proyecto de retiro

Liz tiene 59 años y ejerció como abogada durante 20 años, mientras que Héctor, de 63 años, trabajó toda su vida como productor de comerciales para televisión. Ambos decidieron retirarse y mudarse de Bogotá a la finca en la vereda Naranjal. Ahí vivían juntos desde la pandemia y a ese lugar le invirtieron todos sus ahorros porque era donde planeaban pasar su retiro.

“Para la fecha del suceso, estaba retirada porque habíamos decidido terminar los años en la finca. Nuestros ahorros los invertimos allí. Ninguno de los dos se pensionó porque la vida era tan perfecta que no vislumbramos el futuro con necesidades”, señala Héctor.

En la finca, Liz se levantaba a las cuatro de la mañana para tomar café y, el resto del día, se dedicaba a atender a sus animales, hacer las labores del hogar, ocuparse en la computadora y, en sus tiempos de ocio, leer o ver series.

En el caso de Héctor, él le daba mantenimiento a la finca y generaba ingresos a través del cultivo de limón. Así obtenía dos o tres millones de pesos colombianos al mes que eran suficientes para sostenerse y llevar una vida tranquila.

Interiores CNM.pngInteriores CNM (4).jpgHéctor muestra la superficie de su finca donde estaba el cultivo de limón y Liz frente a lo que quedó de su casa. Fuente: Daniela Reyes y Alonso Martínez

Lamentablemente todo este proyecto se vino abajo cuando la avalancha salió entre las montañas, cayó encima de la casa de Liz y Héctor y corrió por los costados como un torrente lleno de agua, lodo, escombro y personas que dejaron su finca irreconocible.

La comunidad en Naranjal tiene tres niveles, el nivel intermedio fue el que se encontraba más expuesto y fue arrasado por la avalancha, a excepción de la casa de Liz y Héctor que fue la única que se mantuvo de pie en esa zona, aunque con graves daños.

“Aquí yo vivía del cultivo de limón, esa era mi actividad y ahorita no tengo nada. Es duro. La avalancha nos pasó por acá y por allá, y como puedes ver por encima. Es que nosotros estamos vivos de milagros”, señaló él.

Interiores CNM (6).jpgInteriores CNM (5).jpgArriba fotografía de la casa de Héctor y Liz antes de la avalancha en 2023, debajo se muestra cómo quedó después. Fuente: Héctor Rodríguez

Reconstruyendo su proyecto de retiro

La mañana del 18 de julio, un día después de refugiarse de la avalancha, Liz y Héctor fueron contactados por Nubia Navarro, quien encabezaba el gobierno municipal de Quetame, del departamento de Cundinamarca, a 55 kilómetros al suroriente de Bogotá, quien les ubicó en un hotel.

Durante unas semanas la Cruz Roja también les dió despensas y les brindó atención psicológica. Mientras que sus redes de familiares y personas solidarias también les apoyaron económica y moralmente.

Para el día 22 de julio, funcionarios de la oficina jurídica de la gobernación, representados por Freddy Gustavo Orjuela, los ubicó en una casa en Cáqueza, un poblado del departamento de Cundinamarca. Les proporcionó ropa nueva, cama y utensilios para la cocina, y les ayudó con el arriendo. Pero la situación cambió después de unos meses.

“Nos pagaron tres meses de arriendo, al cuarto mes lo llamé, le digo, ‘doctor, me va a seguir colaborando’, y me respondió, ‘mejor hagamos una cosa, consíganse una finca y yo se la voy pagando’. Menos mal que no lo hice porque preciso al quinto mes lo llamé y se desaparecieron totalmente. Yo me pegué esas ilusionadas y ahora ni lo miran a uno. Por eso con mi esposa decidimos tomar la decisión de no llorar más, al fin que tenemos el apoyo de la familia y vamos para delante porque no podemos esperar al gobierno”, señaló Héctor.

Quienes sobrevivieron actualmente viven en Cáqueza o en Puente Quetame, que son poblaciones cercanas a la vereda Naranjal, sin embargo son casas pequeñas donde no pueden rehacer sus estilos de vida. Desde enero a la fecha, como los demás sobrevivientes, han tenido dificultades para reinsertarse social y económicamente.

La mayoría de la comunidad se dedicaba a manejar camiones y a cosechar limón, aguacate, guacila, auyama y a criar gallinas. Tenían su propia casa, no pagaban arriendo ni servicios, solo de luz eléctrica, ni dependían de sueldos. Comían y vivían de sus tierras, como señala Julia Saogal, una sobreviviente de 85 años.

Interiores CNM (7).jpgJulia vive temporalmente en su casa en la vereda Naranjal donde tiene una tiendita, cría pollos y vive con dos hijos. Fuente: Daniela Reyes

“En la finquita de nosotros daba cosechita y cuidaba gallinitas. No teníamos que ir a la ciudad, pagar arriendo ni ganar un sueldo. Trabajábamos en la casa y vivíamos materialmente de eso, de eso se comía. Ahora pagamos arriendo en una casita que no puede uno coger un limón, ni tener unas gallinas, no puede uno hacer nada ahí y viendo qué comer”, comenta Julia.

En el caso de Liz y Héctor, arriendan dos habitaciones y las áreas comunes de una casa que es diez veces más chica que la que tenían, y aunque es una casa linda, con patio, “no es lo mismo, nunca va a ser lo mismo”, señala ella. 

Para pagar el arriendo, ambos han tenido que interrumpir su retiro, Liz intenta volver a ejercer su profesión y Héctor, debido a su edad, batalla para conseguir trabajo, por lo que de momento parte del arriendo lo retribuyen haciendo labores de mantenimiento de la casa donde viven.

“Se vende limón un poquito, pero algo. Parte del arriendo lo paga en especie porque él (Héctor) manejaba la guadaña, entonces mantiene el lotecito. Yo he tenido un par de negocios y ahí nos movemos. Y estamos a la espera de esto para empezar de nuevo”, señala Liz.

“Es un cambio duro pero ya no podemos mirar atrás, ya no podemos mirar esto porque esto se perdió”, dice Héctor refiriéndose a su antigua casa en la vereda. “Vamos a ver, alguna ayuda va a llegar, mi diosito no nos va a desamparar, nos dio vida. Vamos a cumplir 25 años de casados, la amo y es mi vida pero ya no queremos tener esto así. Vivir aquí no. Mi diosito me dio una oportunidad de vida y no la voy a desaprovechar. Queremos una casita pequeña donde pasemos nuestra felicidad los dos”, señala Héctor.

Proyecto de reparación

Cuando ocurrió la avalancha el gobernador de Cundinamarca, Nicolás García, decretó calamidad pública y la urgencia de disponer recursos de manera inmediata a través de la Unidad Departamental de Gestión del Riesgo (UNGRD).

En su momento, Olmedo López, quien era director de la UNGRD, informó que las comunidades afectadas recibirían ayuda humanitaria y serían reasentadas.

“Estas ayudas humanitarias (subsidios de arriendo y una suma única de 500 mil pesos) vendrán acompañadas de un reasentamiento después de los estudios que realicemos con la comunidad para que la vereda Naranjal, en Quetame, la recordemos pero que no sea poblada de nuevo”, señaló López.

Se inició un proyecto para reasentar a la población sin embargo Marina Seagal, hija de Julia, Liz y Héctor señalan que desde hace dos meses que ya no ha habido avances.

“Estaba en proceso un proyecto que parecía iba a ser muy importante y estaba caminando bien. Infortunadamente sabemos que al director de gestión de riesgos le pidieron la renuncia por malos manejos. Entonces se paró todo. Incluso alcanzamos a conocer un lote en Cáqueza y lo mostraron, una hectárea, pero se paró todo a raíz del cambio”, dice Marina.

“Una estaba ilusionada con ello. En una hectárea se podía sembrar algo, tener animalitos o poner una tiendita. Estábamos soñando todos, volver a estar juntos, no todos, pero sí en parte”, señaló Liz, mientras que para Héctor es una señal de que ya los olvidaron.

Garantías de no repetición

Días anteriores a la avalancha dice Liz que habían escuchado ruidos entre las montañas pero nadie les advirtió del riesgo en el que estaban.

Al día de hoy ella se sigue preguntando si habrá alguna tecnología que ayude a prevenir ese tipo de eventos, por ejemplo, un sistema de alerta temprana. Y advierte que hay más comunidades que están en riesgo de vivir algo similar a lo que pasó en Naranjal.

“No sé cómo será el tiempo, pero hay un riesgo muy alto en Chipaque, Puente Quetame y Quetame, inclusive se habla de Cáqueza. Es que están en una montaña. Y esa es la prevención, si alguien nos hubiera dicho de la posibilidad de que esto sucediera (refiriéndose a la avalancha), pero nadie nos dijo”, comenta Liz.

Interiores CNM (8).jpgCapilla con los nombres de las víctimas acaecidas en la avalancha de 2023. Al fondo se ve la casa de Liz y Héctor. Crédito: Daniela Reyes

El presidente Petro en un video señaló que era necesario dialogar con las comunidades del oriente cundinamarqués para establecer no solo medidas de emergencia, sino preventivas para evitar cortes en el tránsito y pérdidas de vida, “debemos construir un proyecto de más largo plazo”, señaló.

A Liz le gustaría que la autoridad les diera una explicación de qué pasó con el proyecto donde iban a reubicarlos porque era una forma de reparar los daños de la avalancha, sin embargo el nuevo director general de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo (UNGRD), Carlos Alberto Carrillo Arenas, no ha retomado el proyecto ni emitido posicionamiento al respecto.

Hasta la publicación de este artículo no hay evidencia de estudios ni de ninguna declaratoria de que la zona sea de alto riesgo o medidas que restrinjan que la población regrese a asentarse a la vereda Naranjal.

Escrito por

Daniela Reyes

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