Los rostros del Statsraad Lehmkuhl, el velero embajador de la ONU que arribó a México

La tripulación de la embarcación noruega desempeña funciones esenciales para navegar por el mundo en la One Ocean Expedition y así cumplir su misión de generar conciencia a favor del Océano. Entre el 17 y 24 de noviembre ha cubierto el trayecto de Ensenada a La Paz, completando el capítulo mexicano de esta travesía global.
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Foto: Juan Luis García

Una noche estrellada en el Océano Pacífico se tiende como una sábana de constelaciones sobre un velero noruego que navega la Península de Baja California. En la cubierta impera una luz roja y el arrullo incesante de las olas. Un trío de jóvenes de la tripulación del país nórdico toma un receso del reajuste de velas para compartir con un grupo de visitantes el significado de los tatuajes marineros. Las risas no faltan entre mexicanos y noruegos. Este encuentro de dos culturas se da en la One Ocean Expedition, una travesía global que realiza la barca Statsraad Lehmkuhl para generar conciencia por los mares, que en este tramo de Ensenada a La Paz recibe a representantes de oenegés, academia y empresas, que respondieron a la iniciativa del colectivo Innovaciones Alumbra para hacer sinergías a favor de los mares. 

La tripulación del velero se conforma de un personal de base que rota cada mes. Conque una vez cumplido el plazo, atracan y se dirigen al aeropuerto más cercano para volver a Noruega y tomar aliento para lo que les espera 30 días después, regularmente, en otro puerto y, muchas veces, en otro país. No es una empresa sencilla pues el recorrido de esta Expedición habrá dado una vuelta al mundo el próximo abril tras 12 meses en el océano. De la mano de estos jóvenes, los visitantes han podido vivir y aprender durante siete días en esta escuela flotante sobre navegar a vela. Alguien pregunta a estos chicos de 18 y 19 años por qué decidieron sumarse a una barca con más de 100 años de antigüedad. De inmediato, William comenta que su hermano mayor trabaja como motorista en un navío, creció admirando cómo recorría el mundo y desde los 16 supo que seguiría sus pasos. Emma, una chica decidida y amable, dice que está aquí por la experiencia y porque le encanta navegar a vela. Oliver, en cambio, tenía un amigo en el sistema operativo del barco, participó en un viaje de prueba y se dio cuenta al segundo día que esto era para él. “Todos mis amigos están en el Mar del Norte, navegando de ida y vuelta entre dos plataformas y ahora yo estoy en México con ustedes", comenta y esboza una sonrisa.

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Los jóvenes ejercen un liderazgo inusual en alguien de su edad. Se han forjado en el mar y albergan sobre sus hombros la ejecución de operaciones en cubierta y motores de una barca que otrora guarda puerto permanente en Bergen, Noruega. Ya cuentan con experiencia en el mar, pero a diferencia de los trayectos previos, siete días han bastado para que reconocieran no haber visto a bordo un grupo de visitantes de igual expresividad. Un estricto régimen de guardias 24/7, las manos rotas por jalar las drizas, la ropa empapada de la lluvia y el cansancio no han mermado el triunfo del espíritu y la alegría de la cultura mexicana y un grupo de internacionales en este viaje. Con este envión anímico se han celebrado amistades a bordo; los noruegos ahora son quienes saludan con las “buenas noches” y los mexicanos brindan los God vakt! (¡Buen turno!, en noruego).   

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Jens Joachim Hiorth es el capitán de esta nave. Tiene un humor elegante y proyecta una confianza que arropa a todo aquel en el velero. En este viaje ha llegado a los 47 años. Es la primera vez que se cantan Las Mañanitas a bordo y ha sido por decenas de voces en cubierta. Después de un primer paso en su juventud como aprendiz en el Statsraad Lehmkuhl, Hiorth volvió hace nueve años como capitán y desde entonces no ha cesado de cumplir con creces los recorridos de  este velero escuela que tiene entre sus responsabilidades ser embajador de temas del océano por parte de las Naciones Unidas. 

Previo a la edición de este año, Hiorth recorrió el mundo en 20 meses en el 2021. El espíritu de aquella expedición se mantiene en el 2025. “La idea, que es la misma en esta expedición de la One Ocean Expedition (2021), es ser parte del Decenio de las Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible y ser un barco bandera para navegar a vela los océanos y hacer investigación oceánica. Hemos convertido esta nave de 111 años en una barca de investigación de vanguardia”, refiere. 

Ser un barco bandera también está íntimamente vinculado con el hecho de navegar a vela. Pese a que el velero tiene un motor, el 70% de la navegación se hace con las velas. Según comenta un tripulante es en México que se han podido izar todas. Hasta la Royal, una vela que corona el mástil a 48 metros de altura. Izarlas demanda jalar diversas drizas al unísono por decenas de manos y un constante reajuste de orientaciones de ángulos por las dinámicas del viento y dirección de esta misión. Su despliegue no sólo engalana la nave, sino que acompasa el movimiento con el agua. Pasar del motor a navegar con vela es como transitar de romper las olas a deslizarse con ellas.

"Si el clima es correcto esta es una forma muy amigable con el medioambiente de moverse. Obviamente, necesitamos producir energía para la electricidad. Pero de cualquier forma, es una nave moderna, con equipo moderno, tenemos que tener eso. Pero en proporción si puedes navegar con vela el consumo de combustible se reduce drásticamente. Y eso es una forma amigable medioambiental de hacer investigación. Estamos aquí haciendo la mayoría de las cosas de investigación que pueden hacer las grandes embarcaciones", dice el capitán. 

Tan importante como la hazaña de recorrer los mares es lo que sucede en los 27 puertos donde habrán atracado hacia abril del próximo año cuando la Expedición finalice, pues la nave es un punto de reunión de personas de diversos sectores y de tomadores de decisión para apoyar la salud de los mares, el cambio climático y el desarrollo sustentable. 

El cambio climático conlleva peligros tan concretos que obligaron al capitán a reajustar la travesía de esta Expedición, cuya ruta original contemplaba el cruce del Paso del Noroeste, un periplo al norte de Canadá que emularía lo recorrido por el noruego Roald Amundsen, primero en lograr dicha hazaña entre las islas de Archipiélago Ártico Canadiense. 

“Ahora la paradoja es que el calentamiento de los océanos, derritiendo el hielo, durante una mayor temporada sin hielo en el lejano norte fue realmente lo que abrió la puerta para nosotros y poder pensar en algo así. Pero al final fue el mismo aumento de las temperaturas del océano, el hielo derretido, el que cerró la puerta. Porque se está quebrando debido a las altas temperaturas de los glaciares, se está derritiendo a un paso en ascenso. Entonces, hay más hielo flotante de origen glaciar en el pasaje y, eventualmente, el gobierno de Canadá nos dijo ‘no te podemos dejar pasar por ahí”, comenta.

Por lo tanto, Hiorth enmendó la ruta del velero hacia aguas más cálidas y, por primera vez, la nave cruzó por el Canal de Panamá. La finalidad fue llegar al Pacífico y surcar los mares dirección Norte para cumplir con sus compromisos en Canadá, Estados Unidos y México. Ahora en dirección al sur, en el tramo de Ensenada a La Paz, más de 60 personas van a bordo. Los cálculos de los tiempos del capitán son de relojero y la embarcación ha zarpado de Ensenada el 17 de noviembre. 

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A Hiorth, las aguas de México le evocan buenas memorias. 

“México para mí personalmente es adorable estar de vuelta porque estuve aquí en el 2007, en unas vacaciones, definitivamente tenía más tiempo entonces que ahora. Pero mi recuerdo de mi primera visita es que es un país súper amistoso, pueblo amigable y, por supuesto, con el clima y todo, viniendo de Noruega, eso no necesita decirse, es muy placentero. Así que fue una buena experiencia. Y ahora pretendo tener, aunque sea, unas horas para bajar y ver La Paz”, comparte. 

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Es tímida y sonriente. La chef Vilde Hesvik labora 10 horas al día para hacer las tres comidas que mantienen a flote a todos los tripulantes y participantes a bordo desde hace cinco años. Es parte del equipo de tres cocineros de esta fragata con capacidad de alimentar hasta 150 personas y, no menos relevante, hacerlo con gran sazón.  

El principal reto es cocinar con el vaivén de las olas. La embarcación es una suerte de subibaja que se recrudece cuando va a motor. Frente a Baja California las aguas del Pacífico presentan el mayor caldeo del viaje. Conque la cocina está equipada con fijadores y equipos industriales que evitan el rebalse del agua hervida y otros posibles accidentes, detalla la chef.

“Usualmente, hacemos el mismo tipo de comida en los viajes, aunque varía un poco conforme los suministros que subimos a bordo. Típicamente, hacemos comida noruega”, dice Hesvik.  

Una cierta expectativa ha resonado en la tripulación sobre si los tacos noruegos gustarán a los mexicanos. La tradición ha ganado tanta popularidad en Noruega que hasta existe el “tacofredag” (Tacos de Viernes). Estos se han servido durante este viaje como una variante de burritos. Los platos limpios refrendan la aceptación de la gente.

La llegada a un puerto se torna también una parada para hacerse de provisiones, una lista hecha por la Steward a bordo contempla el número de personas y de días en el mar. Aunque la dieta acá arriba es constante, guarda consideración con quienes padecen alergias o son vegetarianos. Las colaciones a bordo son dulces y, cuando es permitido pescar, la cocina rompe records en pasar del mar al plato lo que los pescadores de la tripulación le hagan llegar. 

Hesvik confiesa que nunca pensó que trabajaría en un barco, pero cuando escuchó de la oportunidad le pareció increíble y decidió tomarla para ver el mundo, un eco que resuena en la mayoría de la tripulación. De algunos países le entusiasma probar la comida local, y esta vez está a la expectativa de llegar a La Paz para probar un taco, esta vez, mexicano, comenta. 

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Parte importante de la misión del Statsraad Lehmkuhl es la ciencia. La francesa Natasha Fábregas dirige estos esfuerzos a bordo de la nave que toma muestras del agua del mar una o dos veces por semana. 

Se trata de un aparato para tomar muestras hasta mil 200 metros de profundidad, que en el capítulo mexicano ha sido conferido al científico Adrián Munguía y su equipo, quienes analizarán las muestras de las aguas profundas de la Península de Baja California. Un gesto de colaboración que la casa impulsa con científicos que se suman a los diversos tramos de la Expedición. 

El número de paradas semanales aumenta según cuántos científicos vayan a bordo. Por ejemplo, en un caso excepcional con la Agencia Espacial Europea se realizaron 30 paradas para tomar muestras en 45 días. Se sabe menos del Océano que del Universo, dice Fábregas. Y hay quienes se han montado al Statsraad Lehmkuhl con miras al espacio. Tan solo el 6 de mayo, el astronauta español Pablo Alvarez abordó el velero como preparación previo a su viaje espacial.  

“Pero luego hay tiempos en los que no hay científicos en la nave y, en ese caso, aún paramos porque es bueno recolectar datos océanos y porque estamos navegando a vela de todas formas y no tomará demasiado tiempo hacer una parada para recolectar un poco de datos. Y también porque la gente que viene en la barca también quiere aprender de la ciencia. Entonces es muy bonito enseñarles”, dijo Fábregas. 

La divulgación de la ciencia y los esfuerzos colaborativos que se tejen a bordo son fundamentales en aras del conocimiento de los mares. El velero tuvo una reacondicionamiento de mástiles y de equipo científico en el 2023 para esta expedición. Un porcentaje reducido de naves de investigación pueden tomar las muestras a esa profundidad, comenta la científica. En consonancia, la mayoría de las muestras de la Expedición serán analizadas en laboratorios de Noruega y más tarde publicadas en un sitio web. Se trata de un esfuerzo de colaboración, como la mayoría de los que suceden en esta barca. 

“Creo que es una manera de hacer ciencia, ser capaz de compartir tus resultados con toda la gente, porque si te quedas solo en tu esquina haciendo tu propia investigación, entonces no hay tanto progreso, hay que compartir lo que has encontrado para construir desde ahí y continuar la investigación”, refiere Natasha Fábregas. 

Ella explica que se podría pensar que el mar es todo una misma masa, pero estos análisis son capaces de identificar diferentes masas de agua a través de las capas que componen el mar, salinidad, cantidades de oxígeno y plancton. La barca cuenta con una ecosonda toma imágenes de plancton y de organismos que viven en el agua, algo útil para las pesquerías. Al tiempo que se realizan rutinas de toma de muestras de los niveles de contaminación de microplásticos y algunos datos de naturaleza climática son enviados a servicios meteorológicos para ayudar en modelos de predicción a través de sensores de la superficie del agua y del ambiente.  

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Están las ideas y también las manos que las hacen realidad. Desde un casillero hasta la cubierta, su rutina comprende una constante reparación y conservación de las piezas de madera del barco, cuyo barniz hace pulsos con el uso y la sal. Un carpintero en altamar en este velero es indispensable. Su nombre es Torben Peiter Skov y lleva aquí 18 años. 

Uno de los pilares de la sostenibliidad es la reutilización. De eso sabe bien Peiter que se las debe ingeniar para mantener en optimas condiciones el barco. “Reutilizamos todo el tiempo, como los cabos viejos, la vieja madera y acero para diferentes propósitos. Todo lo podemos usar para algo diferente”, comenta. 

La mayor parte de los componentes son constantemente reutilizados, al grado que algunas de sus piezas en el almacén de madera fueron parte de la cubierta original del velero construido en Bremerhaven, Alemania, en 1914. La mayoría de estas piezas aguardan por volver a ser parte integral de cubierta, pero otras han encontrado destinos más artísticos, como un par de piezas brindadas por Skov al artista Joel García Mayoral de la red N-Gen para que pueda pintar sobre ellas.

El uso también hace que las cosas se rompan todo el tiempo y eso mantiene ocupado a Skov que encuentra nuevas salidas a objetos también de metal, pues el armazón del barco es de este material y algunas de las herramientas del carpintero son piezas que tienen una segunda vida para trabajar la madera. 

Cuando lo anterior ya no es posible, también sucede el caso de que se piden herramientas para que alguien las meta en su maleta y viaje desde Noruega hasta su taller. Un viaje que hace cada mes toda la tripulación.  Skov comparte que la vida en el mar no es fácil. Al igual que los participantes mexicanos por un breve periodo, todos a bordo tienen una familia que los espera de vuelta en casa. 

“Ser un marinero es no estar en casa todo el tiempo, tengo dos hijos pequeños y una esposa, entonces, por supuesto, es difícil, algunas veces me necesitan en casa, porque los chicos están llorando o enfermos, pero he navegado toda mi vida y es la única cosa que sé hacer. Nos extrañamos, pero luego vuelvo a casa y es bonito”, dice de la vida en el mar.  

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