Un estrecho camino, mordido por el mar, lleva a El Bosque. Los vestigios de una serie de construcciones invitan a imaginar cómo era aquel pueblo antes del aumento del nivel de las aguas en 2019.
De la inundación también dan seña los árboles, ahora inmersos entre las olas que han sido testigos de cómo los miembros de comunidad tuvieron que abandonar sus hogares y ahora vuelven todos los días a pescar.
Guadalupe Cobos cuenta que su vida está profundamente ligada a este lugar, en el cual vende pescado a visitantes de las redelineadas playas. El Bosque, en Tabasco, es la primera comunidad reconocida por las autoridades como desplazada por el cambio climático en el país.
No imaginó que tendría que liderar una petición colectiva para que el Estado les otorgara un nuevo lugar donde vivir. Reubicados a 10 kilómetros del mar en El Nuevo Bosque, los días de Guadalupe ahora se llenan de traslados sobre un sinuoso camino rodeado de vegetación tropical. Su esposo, Antonio Mayoral, lo recorre prácticamente a oscuras, pues sus labores de pescador arrancan antes de que el sol salga.
Guadalupe se acopla a una nueva vida después del desplazamiento que sufrió la comunidad. Fotografías: Ricardo Miranda.
Desde el nuevo hogar en un fraccionamiento de Frontera, cabecera de Centla, ahora miran hacia el futuro. Si bien sus viviendas ahora están a salvo del mar, la pesca no salió de la comunidad. De las 51 casas en la nueva localidad, sólo una ha abandonado la actividad que les da sustento.
Guadalupe y su esposo cuentan su deseo de que se regularice la pesca. Formar con los habitantes de El Nuevo Bosque una cooperativa y, por qué no, un refugio pesquero.
Hoy no hay permisionarios, protocolos de seguridad ni apoyos de ningún tipo en El Bosque. Son pescadores libres. Se encuentran al margen de los apoyos del gobierno. En términos prácticos carecen de ayudas con equipos o gasolina y no están inscritos en padrones de apoyo como el Bienpesca, una transferencia anual de 7 mil 500 pesos. Una intemperie que sueñan con transformar.
“Organizados estamos. Sí, pero ¿qué quiero decir legalmente en tener ante Pesca (en referencia a Conapesca) algo así? Porque nosotros la verdad no tenemos. Somos pescadores libres. No tenemos cooperativa, no tenemos un refugio ya bien hecho. Entonces sería muy diferente entre una cosa y otra”, comenta.
La preocupación por la voracidad del mar no cesó el día que se fueron. Guadalupe afirma que regularizarse también es exigir que se hagan dragados y escolleras que frenen su avance.
Los pescadores de El Bosque asisten a las dos de la mañana a la playa para descargar y pesar la captura del día. Así que se desplazan de noche desde El Nuevo Bosque, un trayecto acechado por la delincuencia, cuyo riesgo tratan de disipar con traslados grupales.
Sin embargo, es como si el “viejo” Bosque hubiese sido olvidado por las autoridades una vez que la gente se mudó. La carretera se resquebraja, la basura de los turistas se acumula en la playa, y los intermitentes servicios de agua y luz ponen en jaque a los pescadores.
Otra vez, están solos frente a los desafíos de la vida diaria.
“O sea, está difícil trabajar allí para todos. De hecho, ayer se fue la luz temprano. Anoche la metieron ya en la tardecita. Anoche ya con la turbinada que hubo se volvió a ir. Y ahorita ya la fueron a componer, ya hay luz otra vez. Pero ya van dos veces de ayer (12 de junio) a hoy nada más”, lamenta Mayoral.
Ahora sin residentes permanentes, El Bosque ha quedado como un pueblo pesquero, donde los vestigios sobresalen del mar. Fotografías: Ricardo Miranda.
Cambio Climático
A finales de febrero del año pasado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) tuvo la primera audiencia sobre migración climática, donde se desahogaron diversos casos en Latinoamérica sobre el desplazamiento ocasionado por el calentamiento global propiciado, principalmente, por la actividad industrial y la quema de combustibles fósiles. El caso del Bosque resonó en aquella sala en Washington.
“El cambio climático no espera a los tiempos políticos, al contrario, avanza sin piedad. Con estos últimos impactos llegó el caos, niños sin casa, sin escuelas, paredes cayéndose y la desesperanza de no tener a dónde ir. Una comunidad que unos años antes exportaba toneladas de pescados, cuyas casas tienen piso firme y futuro ahora sobrevivía en techos de lámina”, apuntó entonces Guadalupe Mayoral, otra representante de la comunidad.
El reciente 4 de julio la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) declaró que los Estados tienen obligaciones legales para proteger a las comunidades del cambio climático.
Es la primera vez que un tribunal de derechos humanos define este tipo de obligaciones, tras una petición de opinión consultiva hecha por Colombia y Chile. Lo anterior abre las puertas al derecho a un clima sano en el continente americano.
El marco legal en México aún está rezagado para lidiar con estas catástrofes, comenta Cobos que recuerda el vacío jurídico con el que lidió para que se autorizara una reubicación de El Bosque.
“Ojalá a las futuras comunidades no les pase lo que a nosotros y que cuando ellos pasen por un proceso como el de El Bosque ya haya una ley. Ya haya algo para que no batallen tanto como batallamos nosotros. Que de repente llegábamos al municipio y decían, ‘no me corresponde a mí, sino al estado (de Tabasco)’. ‘No, es que tampoco aquí no hay ninguna instancia que le corresponda’. O sea, no había quien se hiciera responsable”, dice la lideresa.
México, un país con 11 mil kilómetros de litoral, es vulnerable al incremento del nivel del mar y a los fenómenos naturales azuzados por el cambio climático.
Guadalupe y su esposo supieron que el pueblo se inundaba en el 2007, cuando Tabasco se vio azotado por una interacción atmosférica entre frente fríos y la tormenta tropical Noel.
Una hilera de árboles que protegían a las casas de El Bosque de los nortes quedó removida por los vientos y el agua. Lo vivieron como una constatación de que las casas serían las siguientes en sufrir el clima, dice Mayoral. Y el momento llegó en 2019, cuando la entrada del mar se hizo inminente por la erosión costera.
Los árboles son referentes para la comunidad del nivel del agua, una repercusión del cambio climático. Fotografías: Ricardo Miranda y Juan García.
Un nuevo hogar
El calor se asienta sobre el concreto. Los hogares de El Nuevo Bosque reciben a los visitantes con flores en pequeñas porciones de jardín. Las calles idénticas del fraccionamiento guardan aires de tranquilidad.
Uno de los logros que los tiene contentos es la escuela que cuenta con una maestra. Atiende a un grupo de niños multigrado dentro de un remolque por ser una escuela móvil.
“Esa aula la pedimos cuando el mar ya estaba en todo su apogeo. Y dijimos, pues una aula de estas nos conviene porque como es movible, le pegas un tráiler y ya la jalas. Pero no nos las quisieron dar, apenas nos las acaban de dar. Tendrá como unos 4 meses. Entonces son cosas que de repente a nuestros niños también les cambiaron la vida”, dice Guadalupe.
El Nuevo Bosque se comprende de hileras de casas iguales. Las familias celebran contar con una escuela. Fotografías: Ricardo Miranda.
La readaptación para los adultos es más difícil. El hogar de Guadalupe tiene lo necesario, pero una añoranza por el mar va y viene como las olas que han acompasado sus vidas.
“Y no puedo tener la libertad que yo quisiera aquí porque mi libertad en el mar era otra. O sea, sin obstáculos, sin que nadie te prohíba. Yo no digo que aquí en Frontera haya quien te prohíba salir, pero no tienes ese mar”, dice.
Un paisaje de pastizales con algunas vacas rodea el fraccionamiento. Desde las ventanas de algunas casas de El Nuevo Bosque, vecinos curiosos miran hacia la calle, otros gastan las horas con mesas de plástico fuera de su vivienda para librarse del calor del encierro.
“Pero pues con todo y eso, ¿verdad? Tenemos que aprender a vivir de otra forma. Porque lo que nos pasó, esto del cambio climático, pues te cambia la vida. Alguien inventó cambio climático. Y la palabra se quedó un poco corta de lo que es, pero es algo bien bien grande, algo que no se lo desearía yo a nadie. No desearía que a nadie más le pase lo que al Bosque”.
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