Aunque la captura del caracol chivita está prohibida por estar en veda permanente, comunidades pesqueras de Yucatán, México, la extraen como una fuente de alimento para la supervivencia. Especialistas advierten que la solución no es la prohibición tajante, sino una regulación construida a partir de un enfoque comunitario que escuche a quienes dependen del mar.
Los pescadores Marina Aguilar de Progreso y Ramiro Santos de Celestún, a quienes cambiamos sus nombres en ánimo de no estigmatizarlos, explicaron a este medio que la captura de chivita ocurre en las comunidades.
Santos sirve un ceviche mientras comparte problemáticas de su territorio. El alimento contiene pescado, camarón y chivita, revueltos con los ingredientes necesarios para el platillo.
“Sí, sabemos que la chivita está en veda permanente; no la podemos pescar, pero aquí la verdad todas las personas seguimos comiendo por usos y costumbres”, reveló Santos.
El pescador compartió que la técnica de pesca es sencilla: bidones cortados, sogas, y mucha paciencia. Ya fuera del agua “desconchan” los caracoles con agujas capoteras para extraer la pulpa y las conchas las guardan para hacer artesanías.
Pese a la veda, personas de comunidades pesqueras consumen chivita. Fuente: Ramiro Santos.
La escena se repite en otras comunidades costeras. Aguilar por su parte compartió que, cuando puede, se organiza con otras mujeres para ir a la ciénega en Progreso a recolectar. Es una actividad que en las zonas costeras realizan niñas, niños, personas adultas mayores y madres de familia a veces con hijos o hijas en brazos.
“Aquí lo seguimos comiendo. Hay quienes sí lo venden aquí mismo en la comunidad, pero no podemos hacer una venta muy abierta porque sabemos que está prohibido”, mencionó.
Aunque la captura de Melongena corona bispinosa —nombre científico de la especie— está restringida en Yucatán desde 1994, su consumo y venta informal persisten. En redes sociales abundan ofertas de chivita cocida y picada entre 100 y 250 pesos el kilo.
En redes sociales se oferta el caracol cocido. Fuente: Facebook.
Este tipo de caracol pertenece al grupo de los moluscos. De color oscuro y tiene aspecto de cono. En México se distribuye en Veracruz, Campeche y Yucatán. Los pescadores aseguran que se le encuentra en suelos arenosos y fangosos, en ciénegas principalmente.
En Campeche todas las especies de caracol tienen veda temporal del 1 de enero al 14 de marzo y del 16 de julio al 31 de diciembre de cada año; en Quintana Roo hay veda temporal durante todo el mes de febrero y del 1 de mayo al 30 de noviembre de cada año para caracol rosado, conforme a la Actualización de la Carta Nacional Pesquera en 2025.
La chivita se distribuye principalmente en Veracruz, Campeche y Yucatán. Fuente: iNaturalist México.
En Yucatán la pesca de chivita está prohibida, salvo para quienes cumplen con la Norma Oficial Mexicana NOM-013-SAG/PESC-2016, con la cual se otorgan permisos de captura de caracol bajo el uso de métodos artesanales tales como recolección manual en zona de baja marea, además de respetar la talla mínima permitida, que para la chivita es de 4 centímetros.
Hoy solo la Sociedad Cooperativa de Producción Pesquera U-Meya Coleelo S.C. de R.L cuenta con un permiso para la captura y comercio de chivita.
Mayri Beatriz es una de las pocas mujeres que cuentan con permiso para pescar chivita. Fuente: Sociedad Cooperativa de Producción Pesquera U-Meya Coleelo.
Mayri Beatriz Espadas Narváez, mujer de origen maya, es parte de esta cooperativa que inició con 15 mujeres que siempre habían dedicado su vida a la captura de la chivita.
“Al inicio no fue fácil que nos dieran los permisos porque ya ve que a las mujeres siempre nos ponen trabas, pero nosotras nunca quitamos el dedo del renglón”, señaló.
Por los trámites para obtener el permiso de pesca y comercio, pagan cuatro mil pesos cada año. Les resulta redituable porque con el documento venden incluso fuera del estado. Así lograron que un comprador de Minatitlán, Veracruz, les pagara por la cáscara.
Mayri a sus 60 años ha comprobado que la especie se auto-veda porque en temporadas de lluvias y huracanes, el caracol no sale, sino que se guarda.
Los horarios de pesca varían, pero comúnmente las mujeres de la cooperativa salen de sus casas antes de las cinco de la mañana porque la chivita comienza a desenterrarse temprano, así que para las diez es posible que hayan terminado su jornada.
En un buen día, cada mujer logra llenar hasta cinco cubetas con un promedio de tres kilogramos de caracol cada una.
“En un día puedes pescar hasta 15 kilos de chivita, pero hay días malos en los que sólo se logra pescar uno o dos kilos, o sólo encuentras 10 chivitas. Depende mucho del clima”, mencionó.
Para Mayri es un sueño futuro contar con un centro de acopio para comercializar su producto con una perspectiva sostenible.
Las mujeres de la cooperativa sueñan con distribuir sus productos con valor agregado. Fuente: Sociedad Cooperativa de Producción Pesquera U-Meya Coleelo.
“Quisiéramos emplear a más mujeres porque en la comunidad hay madres solteras, viudas, muchas otras son jóvenes que estudian, entonces esperamos en Dios que en un futuro haya oportunidad, porque trabajamos en darle valor agregado a la especie que nos permite llevar el sustento a nuestra familia”, señaló.
En el 2019 Mayri fue una de las ganadoras del Premio Pesca y Acuacultura Sustentables que otorga el gobierno federal por el manejo de innovadoras prácticas productivas en el sector pesquero y acuícola, y el cuidado de los recursos naturales. Al año siguiente, ganó el primer lugar a nivel estatal como la mujer ejemplar de pesca con un proyecto en el que cocinaba chivitas en escabeche y al ajillo.
A pesar de la veda, la pesca continúa sin regulación
Fuera del caso de la cooperativa U-Meya Coleelo, la pesca continúa sin regulación en Yucatán.
Investigadores del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) tienen registros que muestran que tan sólo en Chuburná Puerto, una comunidad pesquera de más de dos mil habitantes, 70% de ellos se dedica a la captura artesanal de chivita durante todo el año.
Claudia Yamily González Góngora, presidenta de la delegación Yucatán de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), comentó que en el sector restaurantero está prohibido el consumo de este caracol.
“Al estar la chivita y el caracol en veda constante, sería ilegal que cualquier restaurante del estado lo ofreciera y más aún, lo sirviera. La ley es clara al respecto y confiamos en que aquellos que incurran en una ilegalidad, tengan las consecuencias que la ley dicta”, mencionó.
Sin embargo, en cantinas y restaurantes de la franja costera aún se ofrece como botanas o como un ingrediente más en ceviches y cocteles.
“En los restaurantes de acá se sigue sirviendo, no en todos, pero sí en varios, pero más que en restaurantes, casi siempre pescamos sólo para comer en la casa”, confirmó Ramiro Santos.
Las mujeres usan bidones para recolectar el caracol. Fuente: Sepasy.
Rosario Gómez*, del puerto de Celestún, mencionó que actualmente en el municipio destinan cerca de cinco horas al día para extraer entre tres y 12 kilogramos, de abril a julio. Tan sólo para obtener un kilogramo se necesitan como 300 chivitas.
Las personas entrevistadas confirmaron que no saben que existen permisos especiales para captura regulada de chivita; sólo que es una especie en veda permanente.
Acuacultura de chivita es viable
Dalila Aldana Aranda, investigadora del Cinvestav, integrante del Departamento de Recursos del Mar, advirtió que la especie vive bajo estrés constante debido a la sobrepesca en Celestún, Sisal, Progreso, Chicxulub Puerto y Río Lagartos.
La especialista consideró que actualmente las leyes para su aprovechamiento son confusas, lo que no permite una regulación que proteja a la especie.
“Se sabe que está en veda permanente porque se engloba en el bloque de caracol donde entra una serie de especies, pero hay otros reglamentos en los que no se hace mención del chivita en particular. Para mí, debe haber un compromiso real de parte del gobierno local y de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca para que apuesten a una pesca y acuacultura sostenible de esta especie”, señaló.
La científica compartió que en el Cinvestav ya han realizado estudios que comprueban que es posible realizar acuacultura de chivita.
“Es una especie noble en el sentido de su domesticación, es decir, su cultivo es factible; pero no le puedes pedir al pescador que invierta 20 mil pesos para una granja si no tiene el dinero, por eso ese recurso tiene que venir del Estado, sobre todo, si ya hay prueba científica de que la población lo puede aplicar”, añadió.
El cultivo permitiría trazabilidad, valor agregado y la posibilidad de conservar la tradición culinaria: chivita en escabeche, en pibil, con achiote, en frascos.
“Así habría manera de certificar que el producto no es extraído de la naturaleza sino que proviene de una granja de cultivo. Para ello se tendrían también que otorgar los permisos a los pescadores”, comentó.
Desde hace más de una década en el laboratorio de Biología Marina del Cinvestav se desarrolló conocimiento científico sobre dinámica poblacional, áreas de rehabilitamiento y se realizaron estudios de ecofisiología que demuestra que la chivita soporta una amplia gama de condiciones ambientales, lo que le convierte en un excelente candidato para ser cultivado.
En su mayoría son mujeres las que pescan esta especie de caracol. Fuente: Sepasy.
Urge regulación con perspectiva comunitaria:
Eduardo Batllori Sampedro, investigador del Cinvestav, del departamento de Ecología Humana, comentó que esta especie tiene valor nutricional, alimenticio y económico, particularmente, para las familias en condiciones de precariedad.
“Cuando se estableció la veda no hubo consultas con las personas de las comunidades originarias. Las autoridades no hicieron estudios sobre la importancia que tienen estas especies en aguas interiores para las familias y con ello violentaron sus derechos humanos a la alimentación y a la propiedad social de un entorno que les brinda comida”, dijo.
El investigador comentó que actualmente se le brinda mayor atención a la recuperación de especies comerciales como el pulpo, mero y langosta, pero con el caracol chivita es posible el aprovechamiento desde una mirada comunitaria.
“Es muy difícil romper con la visión centralizada de la conservación de recursos y privilegiar la producción para el mercado internacional. Debe haber un cambio en las formas de entender la soberanía alimentaria. Las comunidades dependen de la biodiversidad y al mismo tiempo son garantes y custodios”, dijo.
* Este artículo fue escrito por Itzel Chan, quien cubre comunidades costeras gracias al apoyo del programa Report for the World.
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