Desde el 1 de julio los pescadores de Quintana Roo regresaron al mar donde trabajarán en la captura de langosta durante la temporada que dura ocho meses.
A diferencia de la pesca que se realiza en otras zonas del Caribe mexicano, las cooperativas de Vigía Chico, Cozumel y José María Azcorra tienen permiso para capturar dentro de la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an, un Área Natural Protegida (ANP), decretada desde 1986. Esto los ha convertido en un ejemplo de cómo pescar de forma sostenible.
“Desde el inicio, los (primeros) pescadores vieron el beneficio de no sacar todas las langostas, más bien dejar las pequeñas o las que tienen hueva (están embarazadas). Ellos empezaron a hacer este plan de trabajo que actualmente seguimos usando”, explicó Juan Adonaí Ramírez, presidente del consejo de vigilancia en la Sociedad Cooperativa de Productos Pesqueros (SCPP) Vigía Chico.
Uno de los principales lineamientos que siguen los pescadores esta temporada de langosta es respetar las tallas, sólo capturan las mayores a 13.5 centímetros que establece la ley. Incluso la cooperativa de Vigía Chico prefiere pescar las mayores a 14 centímetros, cuenta Ramírez.
Asimismo, han establecido refugios pesqueros, áreas de restricción de la pesca con el objetivo de permitir la repoblación de las especies. Lo que también se acompaña de un monitoreo por parte de las poblaciones de pescadores que se han capacitado para recopilar datos científicos sobre el ecosistema.
“Algunas de las normatividades que existen actualmente son desde antes de que se decretara la Reserva de Sian Ka’an. Por eso la cooperativa (de Vigía Chico) ha ganado un poco de fama. Se puede decir que desde antes de que se especificara, por ejemplo, que se soltaran las langostas con hueva, aquí ya lo hacíamos”, explicó el pescador.
Una vez que termine la temporada de langosta, los pescadores regresarán a otros trabajos locales relacionados con el comercio y el turismo. Sin embargo, algunos como Juan Adonaí Ramírez permanecerán en el mar para alertar posibles amenazas de pesca ilegal.
La ciencia de lo sostenible
Para capturar langosta, los pescadores se lanzan al mar. “A pulmón, no usamos tanques”, dice uno de ellos, ya que el principal método de recolección es el buceo libre.
Cada día de la temporada, descienden equipados con visor, aletas, esnórquel y jamo, que es un tipo de red de pesca, a una profundidad de entre uno y cuatro metros. Al emerger, un compañero recibe los ejemplares en la embarcación y realiza un registro de la talla, el sexo y el sitio de pesca.
“Cada comunidad tiene su propio equipo de monitoreo que son integrantes, hombres y mujeres, que han sido certificados en buceo autónomo y también en las técnicas del monitoreo oficial adecuado para el tema de las zonas (de refugio pesquero) establecidas ya en un protocolo institucional”, explicó Jacobo Caamal, implementador de Comunidad y Biodiversidad A.C., una de las organizaciones asociadas con las cooperativas pesqueras que ha participado en la capacitación y creación de los protocolos de monitoreo.
Con los datos recopilados se demuestra a la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) que las reservas están dando resultados al demostrar que hay mayores poblaciones de especies como la langosta y el mero, así como la salud de los arrecifes de la región.
De acuerdo con Caamal, esta información tiene bases científicas y se combina con el conocimiento tradicional de las comunidades. “Se trata de ciencia ciudadana”, señaló el implementador, quien asegura que estos modelos de manejo son replicables en otras comunidades.
En el caso de la langosta, los pescadores de la Reserva de Sian Ka’an han recibido la certificación de Marine Stewardship Council (MSC) y actualmente tienen el respaldo de la iniciativa Seafood Watch por su manejo sostenible. Lo que le otorga un valor agregado a su producto por garantizar que proviene de la pesca sostenible.
En Vigía Chico, la venta de langosta se realiza directamente con los compradores al pie del muelle. Muchos de estos son también empresas dedicadas a la comercialización del producto.
“Si vemos que no hay un excelente precio para negociar, no abrimos temporada (no hay venta). A pesar de que estemos tal vez esperándolo, nos aguantamos para que el comprador le dé el valor que le estamos dando nosotros como pescadores a la langosta”, dijo el pescador Ramírez.
Vigilancia comunitaria
Juan Ramírez, presidente del consejo de vigilancia en la cooperativa de Vigía Chico y miembro del grupo de 10 personas que se dedican a la inspección comunitaria, trabaja para evitar la pesca ilegal desde hace casi nueve años.
Se ha capacitado para vigilar las zonas de refugio pesquero y alertar en caso de que lleguen embarcaciones a pescar sin permiso o en temporada de veda.
“Tratamos de disuadir un poco, teniendo en cuenta que algunas veces las embarcaciones son furtivas y vienen preparadas a lo que sea. Tratamos de tener mucho cuidado, aunque tenemos la ayuda de Conanp (Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas) y de la Conapesca”, contó Ramírez.
Aunque mencionó la cooperación con las dependencias, agregó que hace falta “más presencia de las autoridades correspondientes” cuando se le preguntó sobre qué haría falta para evitar este problema.
Para el pescador, tener un área protegida que con esfuerzos comunitarios ha logrado mantener una amplia diversidad también atrae a quienes se dedican a la captura ilegal. Tal como ocurre con otras zonas marinas protegidas en México.
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