Comprar para proteger, ¿último recurso para rescatar la Bahía de Santa María?

Por César Hernández/Revista EspejoSanta María, Angostura, Sinaloa.- Cuando en el año 2012 se presentó el “Estudio previo justificativo pa...
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Por César Hernández/Revista Espejo

Santa María, Angostura, Sinaloa.- Cuando en el año 2012 se presentó el “Estudio previo justificativo para el establecimiento del área natural protegida: área de protección de flora y fauna Bahía de Santa María” parecía que el Estado de Sinaloa estaba listo para proteger 67 mil 639 hectáreas propuestas y que, al igual que zonas como la Meseta de Cacaxtla, se tuviera una nueva Área Natural Protegida (ANP) para “aprovechar al máximo las ventajas que ofrecen cada una de las diversas áreas para optimizar los recursos naturales y a su vez conservarlos (...) teniendo como principal objetivo mantener un equilibrio ecológico entre el desarrollo económico y el ecosistema costero”. 

Sin embargo, el proyecto no se concretó. 

La razón no se sabe exactamente, aseguran ambientalistas que estuvieron involucrados en el proceso. Sin embargo, añaden, el fracaso de este esfuerzo tuvo que ver con la mala gestión del Gobierno del Estado de aquel entonces, así como la fuerte presión de un sector acuícola con ganas de expansión.

La importancia de la bahía para el medio ambiente queda respaldada por diversos nombramientos que a lo largo de los años han hecho énfasis en lo relevante de la zona para el equilibrio ecológico. Este sitio es parte de la red hemisférica de reservas para aves playeras (RHRAP / WHSRN) que está dentro del Área de Protección Islas del Golfo de California, es considerado humedal prioritario por la CONABIO, es Patrimonio Mundial MAB-UNESCO, sitio Ramsar y uno de los pocos hogares de los patos bobos patas azules (Sula nebouxii), especie a la que recientemente se le dio relevancia con una estatua en el Malecón del poblado de La Reforma, en el centro de la bahía. 

Bobo patas azules en el malecón de La Reforma, Angostura. Foto: Josué David Piña. 

Sin embargo, ninguno de estos nombramientos protege o establece reglas para un uso y aprovechamiento adecuado de la zona que asegure su sustentabilidad en el tiempo. 

Ante esta situación, organizaciones como Pronatura Noroeste han recurrido a una estrategia que diversos actores califican como “un último recurso” para proteger la bahía: la compra de terrenos privados con el fin de destinarlos a la conservación. Así, a agosto del 2023, el Área Destinada Voluntariamente a la Conservación Reserva Ecológica bahía de Santa María suma 2 mil 500 hectáreas que, aunque reconocidas por Gobierno Federal, son administradas y sostenidas por medios privados; reto al que se suma la falta de herramientas legales y administrativas para protegerla, y el desconocimiento de las personas que de una u otra manera aprovechan su riqueza. 

Vista aérea de la Bahía de Santa María desde La Reforma, Angostura. Foto: Marcos Vizcarra.

El reparto 

“¿Cómo te puedes explicar que haya esteros que son ejidos o que son playas? ¡No puede ser!”, exclama la Doctora Diana Cecilia Escobedo Urías. 

La especialista forma parte del departamento de Medio Ambiente del Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR Sinaloa) y tiene 26 años de trayectoria en el estudio de la eutrofización costera, el proceso de contaminación más importante de las aguas en lagos, balsas, ríos, embalses, etc.

 “Son los cambios que hay en la calidad ambiental por el incremento de nitrógeno, fósforo y todas las consecuencias que se dan en un ecosistema por el incremento de estos en las costas”, explica ella.

“El gobierno federal, mañosamente, porque no hay otra forma de decirlo, le entrega a los ejidatarios tierras federales, muchas”, continúa. 

“Es la misma historia de la zona federal de allá donde quieren poner la planta de amoniaco (Topolobampo). Era ejidal, pero es zona federal, ¿cómo te explicas que el ejido lo tenía? Entonces se enajena el uso de suelo y se lo entrega a un particular (...) eso fue un manejo perverso del terreno desde el reparto agrario”, repasa. 

Esto lo documenta Modesto Aguilar Alvarado en su libro “Del Páramo y el Salitre al Paraíso de la Irrigación en la Colonia Agrícola México (Palmitas)”. Este volumen recuerda cómo en junio de 1959 el general y gobernador de Sinaloa Gabriel Leyva Velázquez ofreció a colonos de diversos estados tierras del predio Las Bocas, en el actual municipio de Angostura, ante la presión del entonces gobernador de Michoacán y hermano del expresidente Lázaro Cárdenas y, según señala el libro, para evitar repartir ‘latifundios encubiertos con la pequeña propiedad’ del Valle de Culiacán que para ese entonces ya eran tierra de riego. 

Fue a aquellos ejidatarios a quienes, a finales de los 90’s, la asociación civil Pronatura compró sus parcelas para integrarlas como un Área Destinada Voluntariamente a la Conservación o ADVC. 

Surgida a partir de una reforma a la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente en el año 1996, la figura de ADVC’s son un mecanismo de protección reconocido por el Gobierno Federal que se establece mediante un certificado otorgado por la Semarnat. Actualmente, el sitio oficial de la CONANP reporta 545 ADVC’s reconocidas a nivel nacional, un total de 718 mil 283 hectáreas protegidas y administradas por sus propietarios conforme a sus propias estrategias de manejo. 

Para 2012, Pronatura había comprado 766 hectáreas bajo esta figura, para 2023 la reserva ecológica Bahía de Santa María suma 2 mil 500 hectáreas de ecosistemas costeros y hábitat crítico de aves playeras y acuáticas migratorias bajo la reserva. 

“La única manera para poder conservar un área es que alguien la compre”, sentencia Escobedo Urías.

Guardianes de la bahía 

Ubicada entre la desembocadura del río Sinaloa y la Bahía de Altata, en los municipios de Navolato y Angostura, la Bahía de Santa María comprende, según el estudio previo justificativo para su establecimiento como ANP, un total de 67 mil 639 hectáreas de las zonas costeras centro noroeste de Sinaloa, en los Municipios de Angostura, Guasave, Mocorito y Navolato.

En su mayoría el área se compone de esteros, lagunas costeras, islas, penínsulas y bahías. Con una altitud que va de los 0 a los 20 metros sobre el nivel del mar (msnm), su uso agrícola está limitado por la alta salinidad y la principal actividad es el cultivo de camarón. 

Respecto a su flora y fauna, la bahía “presenta vegetación acuática y subacuática en algunas lagunas y corrientes pequeñas, vegetación de dunas, manglar en el borde de la línea costera y cubriendo totalmente algunas islas e islotes y bosques espinosos caducifolios y tropicales caducifolios en pequeños parches”.

En estos ecosistemas se tiene el registro de 477 especies de vertebrados distribuidos en 25 especies de peces, 20 de anfibios, 66 de reptiles, 310 de aves y 56 de mamíferos. De éstas, 74 están enlistadas en alguna categoría de riesgo dentro de la Norma Oficial Mexicana. 

Actualmente, 2 mil 500 de estas 63 mil hectáreas pertenecen a Pronatura, como la ADVC Reserva Ecológica Bahía de Santa María. 

Juan Carlos Leyva, coordinador de Pronatura Noroeste. Foto: Josué David Piña. 

“Estamos en el centro de lo que se conoce como la bahía de Santa María y su área de influencia”, cuenta Juan Carlos Leyva Martínez, coordinador regional de Pronatura Noroeste. 

“Estos terrenos, estas reservas se ubican en lo que se conocía como el ejido colonia agrícola México, este sitio inicia desde el campo pesquero La Reforma y la reserva se extiende hasta prácticamente colindar con Navolato en lo que conocemos como Montelargo”, explica. “Nosotros estamos en esas 2 mil 500 hectáreas, están en diferentes parches en ese intervalo, en el centro de la bahía en el municipio de Angostura”, explica. 

Equipo de Pronatura Noroeste. Foto: César Hernández. 

Nos encontramos junto a Juan Carlos y parte de su equipo en la zona central de la reserva resguardada por Pronatura Noroeste. Un relicto de vegetación de bosque espinoso nos resguarda del fuerte sol de mediodía, al tiempo que nos amenaza con la multitud de cactus y plantas espinosas que componen el denso paisaje. 

Mimosas en flor a unos metros del límite de la reserva. Foto: César Hernández. 

Mimosas en flor crecen abundantes a la sombra de la vegetación, nidos de aves se resguardan entre los cactus, pero a tan solo unos metros de este parche megadiverso se encuentra ya la frontera agrícola. A unos metros tras la cerca empiezan ya los terrenos de siembra, mostrando un fuerte contraste entre la verde vegetación en crecimiento por las lluvias del verano y el café-amarilo terroso del polvo levantado por la preparación del terreno en los campos agrícolas. 

Nido en el Bosque Espinoso de la reserva. Foto: César Hernández. 

Contrario al terreno agrícola al cruzar la cerca que delimita el área natural, este bosque espinoso aún da refugio para el descanso forrajeo y reproducción de aves terrestres, así como de aves migratorias no tropicales, que lo utilizan como sitio de hibernación. 

Pero además de este bosque espinoso, la Reserva cuenta con otros tipos de hábitats, como marismas y humedales, igual de importantes para las especies que lo habitan y el equilibrio ecológico de toda la bahía. 

“Es decir este lugar representa un hábitat, un relicto, muy relevante e importante para más de 135 especies de aves terrestres que concurren, que vienen, que están aquí en el sitio en alguna época de su vida”, explica Juan Carlos.

“Por ejemplo aquí tenemos un nido ya abandonado que es una muestra de cómo el sitio es utilizado para la anidación. Ese nido ya pasó su temporada, ya los pollos ya salieron, ya pusieron los huevos, pero vamos a encontrar también en el suelo nidos de chotacabras o tapacaminos; también vamos a encontrar en algunas planicies hábitat de importancia para la anidación de algunas aves, playeras y chorlitos, por ejemplo”, continúa. 

Límite entre reserva y predio agrícola. Foto: César Hernández.

¿Qué retos presenta la conservación del hábitat? ¿Tú qué valoración haces en ese sentido?, se le pregunta. 

“Se tienen muchas presiones antropogénicas precisamente por las actividades económicas; si bien es verdad que se puede coexistir en las actividades económicas o las actividades de conservación, la presión existe (...) que tenemos la frontera agrícola literalmente de vecino, no es metafórico. Está por un lado. Es decir termina la parcela agrícola que está ahí y luego inicia la Reserva Ecológica de Santa María”, comenta Juan Carlos. 

Entre estas presiones, el coordinador de Pronatura Noroeste enumera el crecimiento de la frontera agrícola en los linderos de la ADVC, el efecto contaminante de los restos de agroquímicos del uso agrícola y el efecto de la acuicultura que promueve la fragmentación del hábitat. 

“Son las presiones fundamentales que se tienen aquí en la Reserva Ecológica Bahía de Santa María”, concluye. 

"Tanto así no"

“No tanto así como una bronca ¿no?, pero sí me han dicho ‘oiga, es que hasta aquí llega mi predio', pero yo tengo un papel que me dice que no”, cuenta Antonio Ávila, técnico de campo de Pronatura Noroeste. Él se dedica a hacer labores de vigilancia en la reserva. Su labor es la de una especie de ‘guardabosques’. Que un papel ampare el área, asegura, no es garantía de protección. 

“Mi labor es vigilar los senderos, que no entre ganado vago, que no se construyan granjas; porque en veces llegan a invadir unos metros con el pretexto de que no midieron bien, pero no es cierto con una intención en veces entran algunos metros para no perder espacio de su estanque, entre otras cosas”. 

“Cuando eres propietario de un predio tienes que delimitarlo y protegerlo, ese es tu deber como propietario”. 

Alrededor de la reserva, cuenta, se encuentran sobre todo campos agrícolas, granjas camaronícolas y algunos solares baldíos de personas que, por una u otra razón no vendieron ni aprovechan de manera productiva los espacios. 

“Yo ubico alrededor de seis, a lo mejor los quieren hacer granja (camaronícola), pero como no pueden acceder haciendo un canal por medio de los otros predios, solamente están ahí sin utilidad, están siendo conservados contra su voluntad”.

Antonio Ávila, técnico de campo de Pronatura Noroeste. Foto: Captura de video. 

Tierra sin arraigo

Como toda iniciativa enfocada en la defensa del territorio, Pronatura reconoce la vital importancia del involucramiento de la gente del lugar bajo un enfoque comunitario. 

“Estamos convencidos que una de las mejores maneras de hacer conservación es con el apoyo de los vecinos, la gente que utiliza estos para sus actividades productivas”, explica Juan Carlos.

“Nosotros buscamos el diálogo con todos los vecinos que están tanto en la parte agrícola como en la parte acuícola de la reserva; lo que hacemos en principio es promover el diálogo, explicarles, concientizarlos, decirles lo que es una reserva ecológica, recalcarles la importancia en términos del hábitat, en términos de la integridad, en términos de lo que significa para los procesos ecológicos”, abunda. 

Pero además de la protección de estas 2 mil 500 hectáreas de zona costera, la organización Pronatura realiza una serie de actividades con la comunidad, autoridades y sector privado, todas enfocadas en la revalorización y protección de la riqueza natural de la zona. 

“Hacemos múltiples acciones de manejo. Por ejemplo, hacemos trabajo comunitario, invitamos a personal de las diferentes comunidades a que se integren a trabajos aquí en la reserva; elaboramos brechas cortafuego, que es una medida para evitar que el fuego se extienda si hay alguna quema de soca”. 

“También promovemos con la universidad local, que es la Universidad Politécnica del Valle del Évora, que los estudiantes hagan prácticas aquí,que nos ayuden a hacer conexiones de reforestación, por ejemplo”.

“Trabajamos también promoviendo, a nivel del Consejo de Cuenca, los planes de manejo de la cuenca; es decir, estamos promoviendo el diseño de diferentes instrumentos para hacer planeación a nivel de Cuenca y lo promovemos con los usuarios, con los agricultores, con los ganaderos, para que estos planes de manejo puedan ser implementados por la comunidad o bien por los sectores productivos”. 

Sin embargo, también señala una dificultad en cuanto al trabajo comunitario, al indicar que mucha de la tierra productiva alrededor de la reserva es en realidad rentada, lo que dificulta en ellos un arraigo con el bienestar de la zona más allá de su emprendimiento productivo. 

"Con esto que pueda proteger"

Con siete años de experiencia trabajando en monitoreo de aves en la reserva, la bióloga Rosa María Benítez confirma que, a nivel de ecosistemas, sí han habido grandes cambios. 

“Sí han habido grandes cambios y las aves sí han disminuido bastante en sus poblaciones”, relata. 

Cambio en el paisaje en el sitio RHRAP debido al desarrollo de la camaronicultura. Foto: Juanita Fonseca.

Atribuye esta disminución en la población de aves a la reducción de espejos de agua ante el avance de las actividades productivas, fundamentalmente granjas camaronícolas. 

Un estudio de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS) confirma lo dicho por la bióloga al documentar la tendencia decreciente de aves playeras registradas en siete temporadas de monitoreo, del 2013 al 2022.  

Imagen: Captura de estudio Estado de las Aves Acuáticas en Bahía de Santa María, Sinaloa (2022). 

“Se han reducido los espejos de agua que ha habido aquí dentro. En la reserva siempre ha habido espejos de agua y entonces se han ido reduciendo conforme, pues han ido avanzando las actividades. Sí se ha visto”, lamenta.

Rosa María, quien despertó su curiosidad, amor y respeto por la naturaleza en aquellas aventuras de exploración alrededor de las milpas de su abuelo, se lamenta también al compartir sus expectativas sobre el futuro de la bahía. 

Rosa María Benítez , técnico de campo de Pronatura Noroeste. Foto: Captura de video. 

“La verdad en esto te decepcionas mucho porque, pues sí, es una lucha constante y al final tienes que aceptar que no vas a poder proteger todo. Pero pues al final dices, con esto que pueda proteger, eso me quedo. Entonces ese granito de arena que podamos aportar. Desgraciadamente, no se puede (proteger) todo, pero lo que se pueda rescatar eso es bueno. Entonces aquí, pues la verdad está muy impactado y pues las esperanzas, la verdad no son muchas. Por lo menos esta área sí la podemos proteger”, cuenta. 

Límite entre la reserva e inicio de actividad acuícola en la bahía. Foto: César Hernández. 

No es un ‘idealismo ambientaloide’

“A veces para poder arreglar las cosas se ha tenido que comprar; lo vi a lo largo del tiempo (...) Llega un momento en que el Gobierno Federal no tiene dinero para hacerlo o no quiere destinar recursos, y la única manera para poder conservar un área es que alguien la compre”, platica la doctora Diana Cecilia.  

En Santa María, recuerda, le tocó hacer un estudio de capacidad de carga financiado por la CONANP, el resultado fue que la actividad agrícola no podía seguir creciendo. 

En sus conclusiones, dicho estudio del año 2013, indica que: “De acuerdo a todos los indicadores utilizados, la capacidad de carga del sistema, se ha superado”.

“Es poco aconsejable toda futura expansión de las instalaciones de acuicultura en Laguna de Santa María”, concluyó el estudio. 

Esta situación, asegura, es en gran parte producto de una falta de coordinación entre la Semarnat y la Sagarpa. 

“Si tú vas a la Semarnat y le pides permiso para hacer una granja de camarón te van a decir que no, porque ya no hay capacidad del ecosistema, pero Sagarpa te da el permiso. Y entonces ya sobre sobre hechos consumados, pues bueno, ¿no?”, relata. 

Doctora Diana Cecilia Escobar. Foto: César Hernández.

La doctora y ambientalista defiende a la actividad pesquera ante las acusaciones de sobreexplotación, al señalar que, en los años que tiene estudiando las cosas, ha visto que el número de pescadores se ha mantenido, pero que lo que sí ha bajado es la calidad ambiental. 

“Los pescadores son los mismos, no hay un incremento pesquero real, no hay más pangas, no hay más gente pescando. Lo que está sucediendo es que la calidad ambiental sí ha disminuido”.

“Y luego buscamos cuáles serían las estrategias de remediación, nos dedicamos a estudiar esto para ver cómo podemos disminuir el impacto, porque no se trata de enojarse con los agricultores sino de buscar alternativas. Ese es el trabajo de nosotros”, puntualiza. 

“No es un idealismo ambientaloide, es una realidad que se le puede consultar a los expertos en pesca”, afirma Esteban García-Peña, director de la campaña de pesquerías de Oceana. El ambientalista recuerda que, más o menos, entre el 80 y el 90% de las especies dependen de la buena salud de ecosistemas estuarios como los manglares. 

El biólogo con Maestría en Ecología y Ciencias Ambientales y en Políticas Públicas Comparadas afirma que a diferencia de la conveniente narrativa oficial, la causa del deterioro en las costas de la bahía no es solamente la sobrepesca, sino también la destrucción de hábitats como manglares, arrecifes de coral, estuarios y demás zonas naturales que funcionan como una verdadera cuna de especies; así como la contaminación por agroquímicos y residuos urbanos. “En fin, imaginen nada más todas las fuentes de contaminación que llegan al agua y afectan directamente al desarrollo de las especies” remata. 

Respecto al área protegida a cargo de Pronatura, García-Peña reconoce a la organización como una pionera en este tipo de proyectos. 

“En los años 90, ProNatura inició con esta estrategia de establecer áreas de servidumbre ecológica”, cuenta.

“Todo esto dio origen a lo que después se llamaron las ADVC's, las áreas dedicadas voluntariamente a la conservación”, señala y añade que un paso que falta para el impulso a este tipo de reservas es el definir recursos para su correcto manejo. 

“Gobierno federal tendría que definir recursos porque luego hay gente, hay ejidos que no tienen el recurso para hacer las labores de mantenimiento, de inspección, de vigilancia, de cuidados, de restauración”, explica. 

Esteban García-Peña, director de campañas de pesquerías de Oceana. Foto: Cortesía Oceana.

Asimismo, reconoce la estrategia de conservación como fundamental. 

“El que tú tengas un área donde un ave se pueda perchar o pueda anidar o pueda descansar, o un mamífero se pueda ocultar o pueda tener un refugio, pueda reproducirse es fundamental para el ecosistema marino, no solamente es el agua con los peces y los moluscos”.

“El ecosistema marino también es algo que depende de lo que vuela, de lo que arrastra, de lo que está por ahí”, enfatizó. 

Una herramienta para el ordenamiento

Navolato es en realidad el municipio sinaloense que mayor superficie ocupa respecto al área propuesta para su conservación en el estudio justificativo de ANP del 2012. Este documento proponía una superficie de 35 mil 400 hectáreas, el 52 por ciento de las 67 mil hectáreas propuestas. 

La Directora de Urbanismo y Gestión Ambiental del municipio, Cristian Yarely Díaz Sánchez, señala que, tras una serie de estudios y análisis, llegaron a la conclusión de que Navolato carece de una ‘instrumentación legal’ que le ayude a resolver problemas detectados en la Bahía de Santa María como, por ejemplo, sobreexplotación y daños a la biodiversidad, así como los conflictos por el uso del territorio. “Entonces decidimos empezar lo que es el tema del ordenamiento ecológico”, cuenta. 

Este ordenamiento ecológico, asegura, será como una especie de ordenamiento territorial, pero priorizando el medio ambiente. 

“No se trata de disminuir el desarrollo del municipio ¡al contrario! Se trata de que, si va a haber un desarrollo, sea ordenado y siempre priorizando la cuestión medioambiental. 

El ordenamiento nos va a servir para eso”, promete.  

“Determinar las zonas para qué sí son viables y cómo se puede hacer, para no destruir lo que tenemos y determinar las áreas a conservar”, abunda. 

Este ordenamiento sería “el primer instrumento legal con lo que se pueda trabajar dentro de la bahía de Santa María”. 

“Definitivamente, creemos nosotros que va a ser la primera herramienta legal que se va a tener o con la que vamos a contar como referencia para los trabajos y conservación dentro del país”, augura.

Directora de Urbanismo y Gestión Ambiental del municipio, Cristian Díaz. Foto: César Hernández. 

Por lo pronto, a este ordenamiento ecológico para Navolato le precede la formación de un comité técnico, integrado por representantes de todos los actores con alguna relación con la zona y un comité ejecutivo ya existente y conformado por las autoridades, quienes serán los órganos encargados de valorar y aprobar dicho ordenamiento este mismo año. 

“Al contrario creemos que Navolato ahorita trae un desarrollo importante en los próximos años, pero precisamente, por eso queremos ponerle orden y priorizar, pues la cuestión ambiental ¿no? que es tan importante”, puntualiza. 

Para este reportaje también se contactó a la Dirección de Medio Ambiente de Angostura, municipio al que corresponden el 32% de las áreas de la bahía propuestas para su conservación; sin embargo no pudo concretarse la realización de una entrevista. 

¿La gente que habita aquí Chinitos, La Reforma, Gato de Lara, los poblados alrededor, saben que ésta es una reserva protegida? 

“Algunas personas lo ubican, pero no, no dimensionan a lo que se refiere; tú les tratas de explicar y para muchos de ellos no tiene gran sentido porque todo para ellos es aprovechar las cosas”, responde Arturo Ávila, guardabosques de la reserva de Pronatura Noroeste. 

“Para una persona ajena a la conservación es complicado explicarle exactamente la finalidad de lo que se hace en esta reserva”, valora. 

Su opinión contrasta con la que, durante su última visita a Sinaloa con Oceana, Esteban García-Peña pudo constatar al dialogar con grupos de pescadores. “Los pescadores con los que tuvimos reuniones, ya muchos de ellos no piensan solamente en los bichos que hay en el agua para pescar; sino que piensan en el ecosistema, piensan en el ave que necesita estar ahí, en los mamíferos marinos, ya piensan de manera integral”. 

Mientras tanto la doctora Diana Cecilia hace énfasis en la necesidad de, como lo hacen fauna salvaje e incluso algunos grupos sociales, principalmente indígenas, aprender a dejar de depredar y mantener un equilibrio entre producción industrial y reproducción de los ecosistemas naturales. 

Por su parte Juan Carlos Leyva cree que, en un futuro muy próximo, lo único que va a quedar de la bahía de Santa María va a ser esta reserva de 2 mil 500 hectáreas compradas por una organización civil y destinada voluntariamente a la conservación. 

***

* Este trabajo contó con el apoyo de la Red de Periodismo del Mar (Repemar), impulsada por Causa Natura Media. 

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