Para dimensionar el papel de la pesca en el mundo es necesario reconocerla. Se trata de una actividad que, junto con la acuicultura, sirve como fuente económica y nutricional de 820 millones de personas, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
La pesca tiene una importancia que va desde lo económico hasta lo cultural. Sin embargo, su relevancia de carácter mundial aún no alcanza lo cotidiano. No todos los días alguien se pregunta qué proceso hay tras el atún enlatado que compró en el supermercado, o de dónde vienen los camarones que comió en la reunión del fin de semana. Y más escasas son las ocasiones para cuestionar cómo esto repercutirá en la próxima década.
Para que los países produzcan, consuman, comercialicen, importen y exporten producto pesquero, se necesita de la captura. De todos los métodos para lograrlo, el de arrastre es el más utilizado.
La pesca de arrastre representa entre el 30% y 50% de la producción mundial anual, del cual un 80% está dirigido al consumo humano, de acuerdo con datos de la Asociación de Industriales Pesqueros (Asipes) y WWF México.
A la par, organizaciones de alrededor del mundo han documentado su impacto ambiental ligado a la sobreexplotación de especies, la captura incidental y los daños en ecosistemas marinos que podrían ser permanentes.
Pero antes de esto, aclaremos qué es la pesca de arrastre y cómo funciona.
El qué de la pesca de arrastre
“La pesca de arrastre es un método que, como su nombre lo indica, consiste en arrastrar redes enormes que son generalmente impulsadas por embarcaciones a lo largo del suelo marino para levantar todo lo que encuentran a su paso”, definió Poulette López Lara, bióloga de Defensa Ambiental A.C. en México.
Al tocar el fondo, las redes llevan dos placas de acero llamadas puertas que, por efecto hidrodinámico, ayudarán a que la boca de la red se mantenga abierta mientras se desliza.
En el arrastre, el arte de pesca más común es el de fondo. Aunque también se practica el de media-agua (o pelágico) y se considera menos invasiva que la primera por no tener contacto con el suelo. En ambos casos, las redes pueden ser llevadas por uno o dos barcos.
Para entender su tamaño, la organización internacional Oceana estimó que una red de arrastre puede medir 140 metros de longitud, lo que podría compararse con una vez y media un campo de fútbol.
La bióloga López puntualizó que al arrastre se le conoce como un “método no selectivo” porque el tamaño de las redes ocasiona que se lleven “un gran número de especies que no son el objetivo. Pueden ser tortugas, rayas, estrellas de mar, poliquetos, anémonas y otros invertebrados. Incluso arrecifes que, como sabemos, son comunidades marinas con una gran diversidad biológica”. A esta captura desmedida se le llama pesca incidental.
Representación gráfica de redes de arrastre llevadas por una embarcación. Fuente: Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Desde la producción hasta el medio ambiente
La pesca de arrastre cobró fuerza alrededor de 1950 y 1960. Su auge está vinculado con la aparición de embarcaciones industriales y el desarrollo de tecnologías para la captura, como la instalación frigorífica y equipo de congelación.
Aunque se tiene registro de pescadores artesanales que utilizan redes de arrastre, su práctica se concentra en el sector industrial. Principalmente, en especies de alto valor comercial como el camarón, la merluza y el langostino.
En 2018, la producción mundial de la pesca de captura alcanzó la cifra récord de 96.4 millones de toneladas, de acuerdo con la FAO. Si se considera que hasta un 50% viene de artes de pesca de arrastre, representa la producción de más de 48 millones de toneladas.
En lugares como Chile, un sólo barco arrastrero concentra el 60% de la cuota anual de merluza común, de acuerdo con datos de Oceana.
Su relevancia en el mercado es tal, que de los 35 miembros de la OCDE que tienen flota pesquera, 26 pescan con arrastre. Estos son Australia, Bélgica, Canadá, Chile, Dinamarca, Estonia, Unión Europea, Finlandia, Francia, Alemania, Islandia, Irlanda, Italia, Japón, Corea, México, Holanda, Nueva Zelandia, Noruega, Polonia, Portugal, España, Suecia, Turquía, Reino Unido y Estados Unidos.
Pero mientras para el sector industrial este nivel de productividad pesquera es sinónimo de seguridad alimentaria, empleos y activación económica, para el sector ambiental las deudas con la sustentabilidad están pendientes cuando se habla de pesca de arrastre.
“Todas las especies van a morir por la destrucción del ecosistema tras la red de arrastre, ya que también se mueven los sedimentos del suelo marino. En general, el hábitat queda inadecuado para la supervivencia de las especies”, señaló la bióloga López Lara de Defensa Ambiental A.C.
A esto se agrega que una vez que la pesquería sube a la superficie, las especies capturadas de forma incidental son regresadas al mar, regularmente muertas.
En el estudio “El estado mundial de la pesca y la acuacultura 2020”, la FAO reporta un registro de 9.1 millones de toneladas de descartes en la captura marina (10.1% de la recolección anual), de las cuales 4.2 millones de toneladas corresponden a redes de fondo, 1 millón de toneladas a cerqueros arrastreros, 900 mil toneladas a redes de arrastre pelágico y 800 mil a redes de enmalle.
En México, la tortuga marina es una de las especies que se ve afectada como captura incidental en la pesca de camarón. Imagen: Semarnat.
Las otras caras de la pesca de arrastre
Ante la documentación de su impacto, los sectores ambientales y pesqueros han planteado la pregunta y las posibles respuestas a la pesca sustentable. ¿Es posible? ¿cómo?
La FAO insiste en que la respuesta podría estar en las tecnologías de reducción de las capturas incidentales “que pueden transferirse de manera sencilla, siempre que se compartan los conocimientos técnicos, haya capacidad local para realizar pruebas y los pescadores estén dispuestos a poner a prueba las mejoras en las artes de pesca”, señala en su estudio 2020.
Un ejemplo de estos equipos está en México, donde se busca impulsar el uso del Dispositivo Excluidor de Tortugas (DET) durante la pesquería de camarón. El objetivo es evitar que la tortuga marina muera entre las redes.
Regular y legislar también se consideran acciones necesarias para darle otra cara a la pesca de arrastre. Como los barcos industriales de Chile que legalmente solo pueden operar fuera de las primeras 5 millas náuticas desde la costa. Aunque se reporta que la falta de presupuesto ambiental y la falta de seguimiento entorpecen su función.
“Creo que el sector académico se ha enfocado más en desarrollar tecnologías que en (el uso de) otro tipo de redes. Por ejemplo, redes fotoeléctricas o incluso el hacer modificaciones en los diseños tradicionales”, apuntó la bióloga López.
Mientras se apuesta por la regulación y el desarrollo tecnológico, para algunas otras organizaciones y defensores ambientales la solución estaría en el congelamiento de la huella, como se le conoce a dejar libre de pesca las zonas afectadas. Un proceso de recuperación que podría tardar hasta 30 años y que requiere medidas de restauración, las cuales no equivalen a que haya una recuperación de lo que solía ser el ecosistema.
Finalmente, están quienes consideran que la pesca de arrastre debe sustituirse pues nunca podrá ser sustentable. Una visión que podría demorar aún más en generalizarse.
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